La familia de Lidia Cembellín pudo descansar «hasta poco más de las cinco». El fuerte olor les despertó y, cuando se quisieron dar cuenta, «el fuego estaba ya en el pueblo». «Hasta esa hora estuvimos un poco más tranquilos, pero nos despertamos con el ... jaleo y ya fue imposible descansar», afirmaba esta abulense, vecina de Robledillo, quien también admitía que no pensaba que «las llamas iban a acercarse tanto a las casas». Alertó a sus padres, Enrique y Josefa, y se prepararon ante lo que horas después, sobre las ocho y media de la mañana, les confirmaron: había que desalojar el municipio. Ellos fueron hasta el polideportivo Carlos Sastre en coche. «Cogimos a los perros, al periquito y nosotros venimos con lo puesto. Es una sensación horrible no saber qué va a pasar con tus casas, si cuando llegues estará como lo habías dejado».
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