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ISABEL MARTÍN
Ávila
Martes, 7 de mayo 2019, 17:20
La segunda jornada del juicio contra Jonathan de la Fuente por la muerte de Mónica Berlanas se ha centrado en los informes periciales en los que se detallaron las diversas pruebas, entre ellas los dos cuchillos utilizados presuntamente para cometer el crimen, y restos encontrados ... en la vivienda de Arévalo (Ávila) donde sucedieron los hechos. La mañana también ha contado con una reconstrucción infográfica de los hechos por parte del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, recreado en el denominado «informe de ensayo».
Durante el proceso, también se ha hablado con dos médicos forenses especialistas en psiquiatría, que elaboraron informes periciales a Jonathan tras el crimen, y otros dos del Instituto de Medicina Legal de la Subdirección de Segovia.
Asimismo han acudido a la Audiencia Provincial de Ávila, como testigos, cinco guardias civiles que elaboraron el atestado, así como una vecina del portal donde sucedieron los hechos el 6 de octubre de 2016 sobre las once de la noche. También han declarado sus compañeros del Servicio de Informática.
Durante la mañana también han declarado por teléfono varios facultativos del Servicio de Química del Instituto Nacional de Toxicología, con sede en Madrid. De ellos, tres pertenecen al servicio de Química, tres de Criminalística y otros dos de Biología.
Los primeros en declarar, y lo han hecho juntos, han sido los guardias civiles que elaboraron el atestado de pruebas «no específicas de criminalística» tras los hechos. Contaron que Jonathan no quiso declarar «de entrada» al llegar al cuartel, que lo vieron «bastante calmado», aunque ya en las dependencias «sí rompe a llorar» porque «lo que le preocupaba era que las niñas no se quedaran con la familia de ella».
A instancia de la Defensa, también han relatado cómo parte de los testigos, que contaban con conversaciones de móvil y las grabaciones de las conversaciones realizadas por el acusado y que él mismo envió a varios testigos, además de fotos.
Durante el juicio, uno de los médicos forenses que elaboró, junto a otro compañero, un informe pericial sobre el estado psiquiátrico de Jonathan explicó parte del resultado, en el que se determinó la ausencia de celopatía -algo que la Defensa sí que considera como descargo- ni celotipia, ni tampoco trastorno mental.
En este sentido, el forense destacó que durante la sesión en la que se evaluó al acusado, éste utilizó un «tono victimista» pero tratando de aportar una «visión objetiva» de los hechos. También destacan la «frialdad» a la hora de relatar los hechos. «Hizo lo que hizo de forma voluntaria, consciente y no impulsiva», con «voluntad propia».
La Defensa ha cuestionado algunas cuestiones tanto de forma como de fondo del informe elaborado por dos médicos forenses, de Segovia y Burgos, firmado por ambos, apoyándose en que el acusado, «de sus 33 años de vida», había pasado once en tratamiento psiquiátrico o psicológico. Asimismo recriminó que ambos forenses no fueran «expertos en psiquiatría».
Los miembros de la sala han podido ver la reconstrucción infográfica de los hechos realizada por parte de miembros de la Guardia Civil, donde se plantea una hipótesis de acción basada tanto en las diligencias como en la inspección ocular, las fotografías facilitadas, las diversas manifestaciones de los testigos y la autopsia forense.
Según la hipótesis de la acción o 'informe de ensayo', que comienza con un 'vuelo virtual' por la vivienda, se recoge cómo la víctima «consigue zafarse del agresor» y «se refugia en la terraza», desde donde llama al servicio de emergencias 112.
También se recoge un supuesto forcejeo por ambas partes en la puerta de la terraza hasta que el agresor consigue salir, y desde donde el vecino de arriba ve que el acusado pega a la víctima. Se recoge un resto de sangre en una silla de la terraza.
A partir de ese punto, los investigadores reconocen que «no se sabe bien qué pasa». Se sigue reconstruyendo la acción con el agresor accediendo a la cocina y cogiendo dos cuchillos. Aparecen fotos de la víctima con cortes en las manos y en la cara y, finalmente, termina cortándole el cuello. Preguntados los oficiales, explicaron que los tipos de cortes que Mónica tenía en las manos correspondían con cortes «de tipo defensivo» de «una persona que pone las manos para defenderse»
También ha declarado como testigo Ana Belén Adanero, vecina del portal donde ocurrió el crimen, que se quedó al cuidado de las niñas tras llevarse la Guardia Civil a su padre detenido. Visiblemente nerviosa, Ana Belén contó que escuchó «ruidos» y «un golpe», aunque no llegó a ver nada. Fue ella quien alertó a los policías de que había otra niña en la casa, además de la hija mayor, que presenció la muerte de su madre. «La niña estaba nerviosa, vomitando, mojada y tenía sangre», relató la vecina, que recordaba cómo la niña le preguntaba: «¿Van a curar a mamá?». «Yo la dije que sí».
Entre los informes que se han citado en esta primera parte de la jornada, destacan los informes del Servicio de Biología del Instituto Nacional de Toxicología, que analizaron las muestras de sangre y otros restos hallados, que muestran que había salpicaduras de sangre humana por casi toda la casa, desde el acceso a la vivienda hasta el salón, la cocina, el marco de la puerta, en el cuerpo y ropa de Jonathan y sobre la propia víctima.
Miembros de Criminalística del Instituto Nacional de Toxicología explicaron el análisis de los dos cuchillos, uno de ellos jamonero, de 25 centímetros, y otro con borde aserrado, de 20,5 cm., encontrados en el lugar del suceso, más una bayeta con cortes que parecían proceder del primero de ellos según los informes.
Por la tarde han declarado como peritos tanto la médico del centro asistencial de Arévalo que acudió al lugar de los hechos tras el crimen, avisada por el 112, como las dos psicólogas, también del servicio de emergencias, que fueron avisadas para visitar a la familia de Mónica, especialmente por las hijas de ésta, al día siguiente del crimen, por la mañana.
Una de las psicólogas es la que, después de casi tres años, sigue tratando a Paula, la hija mayor de Mónica Berlanas y Jonathan de la Fuente, que presenció la escena. La profesional explicó en el juicio que la niña tendrá que «trabajar el trauma en todas las etapas de su vida» porque «ha perdido a dos figuras de referencia, una madre y un padre».
La psicóloga explicó que la niña tiene «sueños recurrentes» y que incluso «se culpa por soñar ese tipo de cosas». Paula le contó también a la psicóloga que la niña «tenía mucho miedo de lo que le pasó a su madre con su padre» y que «no quería que eso le pasara a ella».
Las dos niñas viven actualmente con los abuelos maternos y la hija de estas, hermana de Mónica. La facultativa explicó que la evolución de Paula era «favorable» ya que «a pesar de la situación, los padres de Mónica buscaron ayuda rápido».
Se ha trabajado con la menor en el duelo, la adaptación y la aceptación de la pérdida de su madre y de su padre. Aun así, tiene «fobia a la sangre» y «se pone muy nerviosa cuando se le nombra» (a Jonathan). Otra de las cuestiones que deben afrontar es «la figura masculina», ya que cuando son poco conocidos o desconocidos, «le cuesta».
Mañana es el último día de este juicio oral con jurado, seis hombres y tres mujeres, en el que todavía habrá declaraciones de otros ocho peritos -médicos del Instituto Nacional de Toxicología, guardias civiles del servicio de Criminalística y forenses- tras lo cual tendrán lugar las conclusiones.
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