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ISABEL MARTÍN
Ávila
Lunes, 6 de mayo 2019, 22:07
La primera jornada del juicio con jurado contra Jonathan de la Fuente por matar a la madre de sus hijas, Mónica Berlanas, concluyó con la reconstrucción de los hechos que tuvieron lugar el 6 de octubre de 2016 en Arévalo (Ávila) por parte de una docena de testigos. Entre todos ellos han sumado las piezas de un puzle muy similar en el que el final era siempre el mismo.
La vista comenzó tras la formación del jurado, formado por seis hombres y tres mujeres, y la declaración tanto de la hermana de la víctima, María José, como de los cuatro guardias civiles que acudieron al lugar del crimen aquel día. El acusado no ha querido declarar y el padre de éste también se ha acogido a su derecho de no hacerlo.
Por la tarde han declarado los padres de Mónica Berlanas, sus vecinos de arriba, que fueron quienes llamaron al 112, los policías locales que hablaron con Mónica justo antes de morir, así como la nueva pareja de la víctima, Rubén, y a un amigo de éste.
La declaración de Rubén Martín, con quien Mónica estaba empezando una relación amorosa, la corroboración de parte de su versión por su amigo Iván, quien le acompañó a varios encuentros con el acusado, así como la aportación de dos pruebas de audio que Jonathan de la Fuente mandó a los padres de Mónica para mostrarles que su hija estaba con otra persona que no era él han sido cruciales. Según Rubén, Jonathan insistió en quedar a hablar con él el mismo día 6 de octubre por la tarde, con la idea de dejarle el «camino libre» con Mónica. Aunque según la grabación, en la que asegura haber «recibido un engaño gordo», y asegura que el no estará «en el medio».
Tras esta reunión mantenida sobre las siete de la tarde, hubo otra posterior, también grabada por Jonathan, sobre las 10:30 horas, en la que estuvieron el mismo acusado, Mónica y Rubén –y el amigo de éste que le acompañó y se quedó en el coche-. En la grabación, Mónica le dice a Jonathan: «No quiero estar contigo; quiero estar con él» (por Rubén).
El acusado le dijo a Rubén que se fuera «tranquilo»: «no va a pasar nada, cojo las cosas y me marcho». Pero Rubén llamó a la hermana de Mónica por teléfono para pedirle que se quedara con ella porque «no se quedaba tranquilo». Tras la insistencia de Mónica, Iván y Rubén se marcharon. Pero antes de llegar a su pueblo, a diez minutos de Arévalo, recibió «una llamada» de Jonathan diciéndole: «No me culpes de lo que he hecho, pero ella te quería a ti».
La declaración de los vecinos de arriba de la víctima, Mario y Érica, ha desvelado que Jonathan atacó a Mónica en la terraza del domicilio, que da al salón del mismo, momento que aprovechó Mónica para pedir auxilio. Alarmado por los gritos, Mario salió al balcón y pidió a Jonathan que la dejara, e inmediatamente llamó al 112. No eran todavía las once de la noche.
«Él estaba tumbado sobre Mónica en un banco, le dije que parara, le dio dos golpes con el puño», declaró Mario. Sin embargo, cuando llegó Rubén, que regresó a Arévalo tras la llamada, «todas las persianas estaban bajadas». Los policías locales que acudieron también destacan que la puerta de la calle estaba cerrada con llave, y que Jonathan tardó en abrir, aunque su hija le pedía que abriera la puerta.
Poco antes, Mónica había podido llamar ella misma a la Policía Local de Arévalo pidiendo ayuda: «que me matan, vengan corriendo». Pero segundos más tarde, el policía con el que hablaba la oyó quejarse y después… nada. «¡La mató!», le dijo a su compañera. «¡Vamos cagando leches!».
El padre de Mónica, José María Berlanas, que cuida de sus nietas junto a su esposa y la otra hija de ambos, María José, desde que sucedieron los hechos, describió cómo evolucionan las niñas, especialmente la mayor, Paula, delante de la cual sucedieron los hechos. El testimonio de la madre de Mónica, a quien Paula le ha contado «una y otra vez cómo lo hizo y cómo pasó» fue especialmente desgarrador.
«Estaba en la habitación, oyó voces». Entonces, vio a su madre correr por el pasillo al salón «intentando abrir la persiana del salón». Después, Jonathan «fue a la cocina y cogió unos cuchillos». «Cogió a su madre en el pasillo, la agarró de los pelos, la sujetó y la cortó el cuello». La niña se quedó a la cabecera de su madre y vomitó. Cuando llegaron los servicios de emergencia, la pequeña solo preguntaba si su madre se iba a poner bien.
Tanto los agentes de la Guardia Civil, que declararon por la mañana, como los policías locales que intervinieron por la tarde señalaron que, al abrir la puerta del domicilio, Jonathan salió con las manos por delante porque «sabía lo que supuestamente había hecho».
Tanto el fiscal como la acusación popular han insistido en todas las declaraciones en saber dónde estaban las llaves de la casa, pero también en cómo estaban colocadas las persianas de la vivienda, coincidiendo distintos testigos en que estaban todas cerradas y la llave, echada.
El fiscal solicita 26 años de prisión por dos penas: un delito de asesinato, por el que pide 24 años de cárcel, más otro de lesiones, por el que pide dos. Por el delito de asesinato, la Fiscalía también solicita la prohibición del acercamiento a sus hijas, padre y hermana durante 34 años, la privación de la patria potestad y la libertad vigilada durante diez años. Por el delito de lesiones se piden dos años de prisión y alejamiento total de la familia durante cinco años. Por este delito también se pide la privación de la patria potestad.
Por su parte, la defensa pide cinco años de prisión por un delito de homicidio y considera como atenuantes una situación de trastorno mental transitorio y celopatía, atenuante pasional cualificada (celopatía) anterior, tipificado en el código penal. También considera como atenuante el hecho de que el acusado confesara su crimen.
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