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Eva García y Laura Martín, en la estación de tren de Ávila. Raúl Sanchidrián
La aventura de ir a trabajar en tren desde Ávila

La aventura de ir a trabajar en tren desde Ávila

Usuarios de la línea a Valladolid narran las penalidades de un servicio con retrasos y convoyes que se averían con frecuencia, sucios y sin calefacción

javier ruiz-ayúcar

Sábado, 1 de febrero 2020, 08:08

Hubo un tiempo en el que el ferrocarril era sinónimo de progreso. Pero ya no. Al menos no en Ávila, donde mentar al tren solo da lugar a resoplidos y miradas de desconfianza. La escasez de oportunidades laborales en esta tierra, que cerró 2019 con la tasa de paro más alta de Castilla y León -casi el 18%-, obliga a muchos de sus habitantes a buscarse el sustento fuera, principalmente en Madrid y Valladolid, las capitales más cercanas. Aunque unos se van para no volver, otros combaten el desarraigo a golpe de kilometraje diario, y el tren parece a priori la mejor opción para ir al trabajo y volver en el día, frente a los riesgos y los costes de la carretera.

Sin embargo, este no es el caso para los usuarios de la línea Ávila-Valladolid, que hace tiempo que se sienten olvidados y marginados por Renfe y Adif.

A Laura Martín le bastó año y medio de viajes para llegar a la conclusión de que para las administraciones ferroviarias «hay usuarios de primera y de segunda». Esta enfermera de 31 años, igual que decenas de abulenses, se subía a las 6:45 en el primer tren de la mañana con destino Valladolid para desarrollar su vida laboral y regresar después a casa en el de las 14:45. En la mochila, una manta y la incertidumbre de si llegaría al trabajo.

La manta porque el viejo Regional Express que duerme en Ávila suele salir sin calefacción, y además el frío de los duros inviernos castellanos se cuela por sus desgastadas puertas y ventanas en lo que «ya no es solo un problema de comodidad, sino también de salud». Este tren, que según la web de Renfe debería llegar a Valladolid a las 8:07, «ha aumentado el número de paradas, lleva un retraso sistemático de 10 minutos y raras veces llega antes de las 8:20, si no pasa nada más». Y es que lo obsoleto del material hace frecuentes las averías e incidentes, como el que hace un año obligó a Laura y los demás pasajeros a apearse en la estación de Arévalo, a mitad de camino, y esperar allí a que llegara otro tren que les llevara a su destino.

Como otros usuarios, ha presentado más de una queja Adif, «y siempre nos respondían que estaban trabajando en ello, pero pasa el tiempo y no cambia nada».

Nadie en Ávila es ajeno al fenómeno de la despoblación, y Laura está convencida de que este problema tiene mucho que ver «porque si hubiera un transporte digno la gente se animaría a quedarse a vivir en Ávila aunque trabaje fuera, pero así es imposible».

Cristal estallado en uno de los convoyes y sin reparar. Raúl Sanchidrián

A mediados del mes de enero el Ministerio de Fomento sacaba a la luz un estudio piloto y experimental realizado en 2017 y denominado 'Estudio de la Movilidad Interprovincial de Viajeros', cuyas cifras son reveladoras. Este documento refleja que el transporte en tren entre Ávila y los principales destinos regionales y Madrid es prácticamente residual con respecto a los viajes por carretera, que en ocasiones multiplican hasta por 30 a los desplazamientos ferroviarios.

Laura no tiene dudas sobre este estudio: «Si la gente se va en su coche, es porque los trenes no son los mejores, ni en horarios ni en tiempos de viaje».

Así piensa también Eva García, una profesora de 27 años que, desde hace tres, va y viene a diario a trabajar a Valladolid. La encontramos junto a su patinete eléctrico, que se ha tenido que comprar «porque si tengo que confiar en que el tren llegue puntual, no llego al trabajo». De hecho, cuando vamos a buscarla a la estación de Ávila, donde hemos quedado para hacer las fotografías, nos confiesa que acaba de bajarse del tren, que ha llegado con un retraso de cerca de 15 minutos «porque el de vuelta tampoco llega nunca a su hora».

Eva es una de las usuarias más veteranas en esto de viajar a diario a Valladolid, y acumula un hastío tal que de primeras confiesa que está pensando en tirar la toalla y «cambiarme de trabajo o irme a vivir a Valladolid». Coincide con Laura en que lo más duro es la falta de calefacción, y se atreve a asegurar que algunos viajes los han hecho hasta con 1 o 2 grados bajo cero en el interior del vagón «porque según nos dicen, el tren es muy viejo y si se pone la calefacción a lo mejor no arranca».

Esta usuaria vivió uno de los peores días de su experiencia ferroviaria cuando el pasado 23 de diciembre, el Regional Express que le llevaba a su trabajo sufrió una avería a medio camino y dejó a varias decenas de pasajeros «tirados en medio de un campo».

Allí esperaron a que llegara otro convoy que les dejó en un apeadero, donde aguardaron la llegada de una tercera máquina que finalmente les llevó a Valladolid con más de tres horas de retraso. Al volver, y por razones que aun desconoce, se encontró con otra hora de demora.

«Lo solucionan diciendo que te devuelven el dinero del billete, pero a los que compramos el abono nos reintegran el 50% como mucho y eso no es solución, y menos cuando el 1 de enero encima nos subieron el precio del abono».

Esto resulta aun más sangrante cuando además este abono, de 262 euros al mes, casi dobla el precio del mismo abono para Madrid, subvencionado por la Junta de Castilla y León. «Llevo viendo la misma colilla en el mismo sitio un año entero». Eva comparte con Laura la sensación de olvido y marginación, detallando condiciones de viaje como suciedad o cristaleras totalmente rotas.

Denuncia que los baños están cerrados y fuera de servicio para cualquier contingencia, y cuenta como anécdota que en su caso esa contingencia fue enfermedad, y que «me encontré vomitando en una papelera». Laura ha vuelto a trabajar a Ávila hace poco y ya no tiene que vivir esta situación, pero Eva sigue al pie del cañón hasta que las cosas cambien, en su vida o en su transporte.

La situación de la línea ferroviaria Ávila-Valladolid es uno de los capítulos más duros de la compleja situación en la que se encuentra la red de comunicaciones de Ávila, con viajes en tren a Madrid que se acercan a las dos horas de duración y un doloroso peaje en el viaje a la capital por carretera. Frente a este panorama, las administraciones y agentes sociales han cerrado filas y han advertido, a través de la denominada Mesa del Ferrocarril, de la posibilidad de iniciar movilizaciones ciudadanas si el nuevo Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana no les convoca para escuchar al menos sus reivindicaciones antes del próximo 1 de marzo.

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