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El empresario teatral Enrique Cornejo, en la sala de butacas del Zorrilla. HENAR SASTRE

Enrique Cornejo: «La ilusión no puede marchitarse, hay que marcarse nuevos retos a diario»

60+Activos ·

El empresario teatral recibe el próximo domingo un reconocimiento en el festival 60+Activos por su trayectoria profesional

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 23 de junio 2019

Cuenta los premios y reconocimientos cosechados a lo largo de su vida (el del próximo domingo será el número 139)no porque esté pendiente del ayer («no hablo mucho del pasado» ), sino porque recibir un galardón es síntoma de que sigue «en vigor, en activo, trabajando» y de que, por lo tanto, hay todavía por delante mucha función, muchos telones a punto de levantarse, muchos aplausos desde el patio de butacas. Enrique Cornejo (Valladolid, 1941) recibirá el próximo domingo, en la Cúpula del Milenio, el premio 60+Activos. Un reconocimiento, enmarcado en el primer festival para mayores de Castilla yLeón, que alaba su trayectoria profesional y que, sobre todo, subraya su vitalidad para afrontar el día a día.

–¿Se reconoce en un premio como Activos+60?

–¡Hombreee! Por supuesto. Lo de activo va conmigo. Super activo. Trabajo más que nunca. Moriré con las botas puestas. Tengo 107 empleados, 107 nóminas. Llevo sesenta años trabajando sin parar y con el mismo vigor que al principio.

–¿Cómo fueron esos inicios?

–Empecé con una carpa tipo circense. No de circo, sino de teatro, como el Cirujeda, el Manolita Chen. Ese tipo de teatros. Con 17 años me quedé huérfano. De padre y de madre en el mismo año. A partir de ahí he caminado solo en la vida. Bueno, solo, pero con su apoyo. Cuando he estado metido en un brete, siempre he encontrado al final del túnel una luz que, sin duda, viene de mis padres, que siguen velando por mí. De verdad, la vida es hermosa aunque te de palos. Fíjate los que recibí yo. Se truncó mi infancia, mi juventud. Empecé a trabajar muy joven y no he hecho otra cosa en mi vida más que trabajar. No me estoy lamentando. ¿Sabes por qué?

–¿Por qué?

–Porque amo mi trabajo.Me encanta. Me gusta ver cómo la gente se ríe y se emociona en la oscuridad de una sala. Esa es mi paga extra.

–¿Y sin cansarse?

–Con ilusión y todos los días.

–¿El truco?

–Amar la vida, amar el trabajo que haces. Y, sobre todo, sentirte útil hacia los demás.

–¿La sociedad pone fácil a las personas mayores que se sientan útiles?

–Hay que luchar contra esos palos que a veces te ponen en las ruedas. Procedo de una generación y una ciudad, Valladolid, en la que heredé lo más importante que se le puede dejar a un hijo: la escala de valores y la educación.

–¿Qué valores?

–Lealtad. La honradez, el trabajo, la propia educación, la cultura. Todo eso es lo que te hace sentirte realizado. Mira, el otro día estuve en un foro empresarial. La mayoría era gente joven, treintañeros. Les dije:os veo a todos con una parte de envidia.

–¿Por qué?

–Es maravillosa la preparación que tienen.Universitarios, con una o dos carreras, dos o tres idiomas. Dominan la informática...

–Pero...

–...en el foro no venía nada relacionado con la escala de valores, con la ética profesional, con el amor al trabajo, con la entrega. Eso falta en la sociedad actual. Nosotros, los de mi generación, los que somos producto de la posguerra, los que venimos de una Valladolid que fue muy dura, valoramos extraordinariamente todo lo que la vida nos ha dado y lo que hemos podido conseguir. Con nuestro esfuerzo, sí, pero lo hemos podido conseguir. Hoy los jóvenes tienen una gran preparación, pero no tienen la oportunidad. Eso es malo. ¿Qué haría yo de no trabajar catorce horas diarias?

–¿Qué?

–Jugaría al golf, iría a museos, tendría tertulias con amigos de mi edad. Me contarían sus batallas y yo a ellos las mías...Pero es que yo me siento útil, ágil. Yo soy necesario. Cuando una persona supera los 60 años entra en la cátedra de la sabiduría de la vida. Ylos catedráticos son necesarios en todos los órdenes.

–Pero eso no siempre es respetado por la sociedad.. o por las propias empresas.

–¡Pero vamos a ver! Mira, lo vemos todos los días en el periódico, que tal banco o tal empresa hace un ERE de tres mil personas. Y se van a casa con 50, con 52 años. Cuando no se ha alcanzado el cénit de la sabiduría, del conocimiento... le mandan a uno a su casa. ¿Para hacer qué? ¿Para vegetar? ¿Para morir? ¿Para ir a la senda de los elefantes? ¡No, hombre! Uno tiene que seguir siendo útil a sí mismo. Porque eso significa que lo seguirá siendo para los demás. A mí me hace mucha ilusión que me entreguen este premio... porque sigo activo. Amo la vida, amo el amor. Valoro la belleza, que está al alcance de todos y para todos.Yo no soporto esa expresión que dicen: 'Mira el chocho este, dónde va a ir...'.

–Una sociedad que no escucha a sus mayores...

–Está condenada al fracaso moral, al fracaso ético y espiritual.Se echará en brazos exclusivamente de la tecnología. Llegará un momento en el que la gente tendrá que consultar a a las máquinas tal o cual problema. Bueno, ya se hace.Cuando vas a pedir un crédito a un banco, tus datos se introducen en una máquina diabólica. Y la máquina hace sus propias ecuaciones y te arroja un informe que te dice que no te pueden dar más que tantos euros de crédito. ¡Y te lo dice una máquina! Yo siempre he estado vinculado a los bancos y siempre les he pedido créditos para hace teatros, transformarlos... Me he arruinado, he vuelto a recuperarme. Siempre con los bancos detrás. Antes, un banco valoraba quién era su cliente a través de su conducta y de su historial. Ylo hacía un director. Hoy un director no tiene poder alguno y lo único que te manda es rellenar un formulario que tú contestas. Yla máquina decide. Cuando la sociedad no respeta los valores está condenada al fracaso. Porque la vida no solo es material. El dinero es importante, muy importante para subsistir, para cubrir ciertas apetencias a las que el ser humano tiene derecho. Es importante para tener una tranquilidad el día de mañana. Pero, ¿qué es el día de mañana?

–¿Qué es?

–Los políticos nos dicen que la Seguridad Social ya no es una garantía, que las jubilaciones peligran, que se deben millones en la hucha de las pensiones. Entonces, es que son muy malos gestores. Nuestros antepasados, cuando compraban algo, una chaqueta, unos zapatos... habían ido ahorrando para comprar esos zapatos. Hoy nos han llevado a una sociedad de consumo a través del crédito permanente, del endeudamiento constante.

–¿Hay cosas que no caducan?

–La ilusión no puede marchitarse. La ilusión le permite a uno seguir vivo sin tenerse que ver muerto. Si yo no caminase con ilusión, estaría acabado.Hago proyectos constantemente. Todos los días me marco retos nuevos. Y me sigo equivocando, a pesar de mi experiencia y de mi edad. Me equivoco menos que muchos jóvenes, pero me equivoco. Y me recupero. Lo asumo como un reto inherente a ser empresario.

–¿Eso vale para los ya jubilados?

–¡Claro! Lo importante es marcarse metas. No dejar que el tiempo pase por ti, sino tú devorar el tiempo. Soy yo el que me como el tiempo.Y al final del día decir:lo que he trabajado, todo lo que he hecho... No hay que dejar nunca de lado las inquietudes, ni las laborales ni las vitales.

–La inquietud, intacta.

–Lo que no puede ser es que, por haber cumplido determinados años, porque ha llegado la edad de su retiro, un señor se dedique solo a ir a por el pan y a llevar a los nietos al colegio. No hay derecho. Por muy felices que digan ser. A veces hablas con alguien que con 63 se ha jubilado. Y le preguntas: ¿Y ahora qué va usted a hacer? Y te dice:uy, muchas cosas. Voy a jugar al golf, voy a estar más en casa... Vale. ¿Y cuando pase un año y ya haya hecho todo eso? ¿Así siempre? ¿Todos los días se plantea como meta eso? No, no. La vida hay que aceptarla con filosofía, pero hay que tener metas, objetivos, la intención de hacer cosas importantes, aunque tengas ciertos años, aunque hayas dejado de trabajar. Todos los días de mi vida me enfrento a retos nuevos. Y eso es importante. Constancia, dedicación, sacrificio. Y retos. Porque cuando se superan todos, te sientes el Cid campeador.

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