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VIRGINIA T. FERNÁNDEZ
Domingo, 27 de abril 2014, 23:46
Millás dentro de Millás. La última obra de Juan José Millás es un juego de espejos, un ejercicio de malabarismo formal en cuanto a recursos narrativos en el que su 'yo' periodista es protagonista de su propia novela. Llegar a crear «una falsa novela» fue el sueño que le impulsó a escribir esta vez. Con motivo de un reportaje sobre la eutanasia, el Millás del libro conoce a una mujer aparentemente desequilibrada que le acaba fascinando sobre todo por su obsesión por el lenguaje. El Millás de carne y hueso también escribió (en la realidad) un reportaje sobre Carlos Santos, un hombre desahuciado por los médicos que decidió quitarse la vida. Santos pidió al periodista que le acompañara en sus últimas horas para que luego trasladara a los lectores su impresión de aquellos momentos finales. Asegura el autor de 'La soledad era esto' que le marcó profundamente aquella experiencia.
Igual que la mujer de su texto, el Millás que pisa suelo también persigue obsesiones. Una de ellas es el poder transformador del lenguaje, como ella, que encarna «la idea de que no conquistamos el lenguaje sino que es él el que nos conquista a nosotros. Conecta con una idea de lenguaje como algo oscuro. Cuando los académicos hablan de la lengua lo hacen como si fuera un gran tesoro pero nadie se refiere a los peligros que entraña». Y con ello se refiere el periodista a cómo se utilizan desde el poder ciertos eufemismos para rodear la verdad: «Estamos viviendo en un momento en que nada se nombra, el eufemismo está a la orden del día», advierte. Se busca «pervertir la realidad» a través de perífrasis verbales. Como los propagandistas de Hitler, los efectos de tal utilización de la lengua depende «de la capacidad de la gente para defenderse, que no es mucha», lamenta.
Relato magistral
Difícil trazar lindes entre realidad y ficción. De fronteras habló ayer durante su coloquio con el periodista César Combarros y en el anterior encuentro con los periodistas. De las fronteras (inexistentes) entre literatura y periodismo. Todo periodista es escritor, según Millás, porque utiliza los recursos que la lengua en la que escribe pone a su disposición. Ese «borrado de fronteras es especialmente evidente en géneros como el reportaje, el que más me interesa», dijo. Recordando a Gabriel García Márquez, se refirió a 'Relato de un náufrago'. ¿Novela corta o reportaje?. «El lector no tiene ninguna necesidad de saber si eso sucedió. Es un relato tan magistral» que poco importa el género en el que se enmarque.
En relación a 'La mujer loca', «el libro es un híbrido formado por tres hilos narrativos que se trenzan, un híbrido de novela, reportaje y autobiografía», apuntó. La novela es «una aleación donde los materiales originales no se pueden separar». «La idea que preside la estructura es que hay un cierto cansancio de la ficción porque, tal y como la conocemos, es un género muy antiguo que parece que ha alcanzado ya un límite. El libro pretende ser una antinovela, una copia irónica de una novela», explicó Millás.
Muy lejos de convencionalismos, se trataba de «sacar adelante un artefacto hibridado por la potencia del reportaje donde no hubiera ese tono mortecino que hay hoy en la mayoría de las novelas, donde hubiera algo inquietante, muy vivo. Por eso he metido el dedo en el espacio del narrador». Su obra es una reflexión en torno a la pregunta de «quién cuenta una historia y por qué la cuenta, de manera que al mismo tiempo que se escribe la novela fuera contando cómo escribe». Y todo ello desde el presupuesto de la falsedad como meta creativa: «Hacer una novela que no lo sea pero que al mismo tiempo tenga todas sus características, del mismo modo que unos vaqueros falsos, siendo falsos, tienen las mismas características que los verdaderos», detalla.
Ante la pregunta de cómo ve el panorama periodístico español, no se resiste Millás a trazar un panorama desolador agravado por el flujo inmenso de información que facilita la red de redes. Advierte de que «sociedad de la información no es sinónimo de sociedad del conocimiento. Los datos no son información hasta que se articulan y se ponen al servicio del sentido». Él, después de todo, es un privilegiado, un luchador, lúcido superviviente del oficio al que todavía publican los largos reportajes a que nos tiene acostumbrados. «Afortunadamente, yo no veré el final del Apocalipsis», remata irónico.
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