Los libros conviven mal con pescados, carnes y verduras

No abría para vender sino porque era su sitio, entre libros apilados. Y cuando en 1996 se cerró su local original, en Cánovas del Castillo nº3, por derribo del edificio, aunque ya no tenía los clientes ilustres de otro tiempo ni las joyas bibliográficas que exhalaban las herencias monetarizadas, quiso seguir siendo librero de viejo. La caseta de Poniente fue su siguiente sede, aunque para muchos vallisoletanos pasó inadvertida.

«Un día entré buscando el libro 'Raíces que vuelan', de un profesor de cuando tenía nueve años, Pablo Ares. Estaba preparando una exposición para Adif, en 2008 y lo quería», explica Miguel Segura, un pintor que desde entonces se convirtió en el «ayudante de librero y ayudante social».

«A partir de entonces empecé a frecuentar la caseta y me asombró el grado de abandono casi poético del local. Su mujer Teresa ya no iba. Por otra parte la caseta pasaba desapercibida, la autoridad municipal no tuvo a bien un escaparate o una luz que aclarara cuando estaba abierta». El pintor se propuso conseguir más visibilidad para el local y a partir de ahí surgió el mural y el cartel 'en relieve' de Relieve. A la estética se unieron algunas iniciativas juveniles para promocionar el lugar.

La primavera de Relieve se vio truncada por los planes de renovación del mercado del Val que implicaba uno provisional en el Parque del Poniente. Para ello era necesario derribar la caseta. El Ayuntamiento le ofreció otras alternativas, en la Casa Revilla, en Zorrilla, pero no quería. Tampoco quería ser un puesto más entre las carnes, las verduras y los pescados. Pero allí cerró su historia Relieve, la librería de los hermanos Rodríguez Martín.

«Me enseñó a ver la literatura de otra manera y a valorar la importancia de la edición, del papel, de la cubierta», cuenta Miguel Segura, quien le dedica una frase por encima de derribos y muertes. «La luz no se apaga, Pepe».