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J. HOLGUERA
Miércoles, 5 de febrero 2014, 13:20
Una ciudad en la que un niño puede jugar y caminar con libertad sólo, es segura. Este es uno de los lemas que comparten los partidarios del modelo que ya comparten muchas localidades que se precian de la denominación de ciudades de los niños. Esto sería lo ideal, que los niños pudieran estar en la calle libremente, relacionarse con sus amigos y hacerlo sin la interferencia de riesgos como los que abundan hoy en ciudades como Salamanca.
Ante los riesgos que existen en la calle y para evitar el que los jóvenes, adolescentes y niños que más tiempo pasan fuera de casa puedan caer en los mismos, se pone en marcha el Programa de Educación de Calle en Salamanca. Una iniciativa del plan municipal sobre drogodependencias de la Concejalía de Salud Pública del Ayuntamiento de Salamanca. Esta acción del consistorio se lleva a cabo a través de cinco entidades que participan desarrollando su acción en diferentes zonas de la urbe salmantina.
Las asociaciones Asdecoba, Asecal, Tas y Cáritas Salamanca y el Comité Provincial de Salamanca de Cruz Roja Española trabajan en coordinación con el Plan Municipal de Drogodependencia del Ayuntamiento de Salamanca para el desarrollo efectivo de esta acción.
Un ejemplo de la puesta en práctica de este proyecto es la zona del trastormes, los barrios que están en el otro lado del río, si nos situamos junto a la catedral. En está zona desarrolla el programa, Cáritas.
Sin perder sus señas de identidad, los voluntarios y el personal de Cáritas ejercen su acción sin interceder en la libertad de los jóvenes.
Se trata de una puesta en práctica que requiere de la habilidad de una persona formada, sobre todo en sus primeras fases, es decir, en la puesta en contacto con los jóvenes, niños o adolescentes.
Fases del programa
Son tres, las fases que siguen los alrededor de 60 voluntarios y educadores sociales que tiene Cáritas destinados a esta acción. La primera labor es la denominada itinerarios, que son unos recorridos a través de los cuales, el trabajador social, visualiza la realidad y localiza qué lugares frecuentan los jóvenes para pasar su tiempo libre.
En una segunda etapa, se propone al grupo la animación de calle, eso, sí se ve una predisposición del grupo a dejarse llevar por las acciones de los educadores de calle.
La tercera acción, más profunda, se pone en marcha cuando hay más confianza con los chavales y, si es necesario. Consiste en un acompañamiento y seguimiento más personalizado que incluye preguntas como: «¿qué quieres hacer con tu vida?». Aquí es donde entran en funcionamiento actividades como el apoyo al estudio, dinámicas para pasar el tiempo libre aprendiendo y otra clase de iniciativas que tienen como fin la relación entre barrios.
Miguel es un educador de calle muy consciente de esta realidad, porque es formado académicamente en este área y conoce esta realidad personalmente. Este educador es partidario de ayudar al joven, evitando así que se aproxime alguno de los riesgos existentes en la calle, pero piensa que sería mucho mejor contar con calles seguras en las que los jóvenes pudieran relacionarse con sus amigos. El trato de educadores a niños, jóvenes o adolescentes, no es el mismo que el que pueda tener los niños entre sí. «Los chavales que se benefician del desarrollo en grupo, tienen más autonomía y tienen una experiencia que en la relación con el adulto no adquieren», explica Miguel. Por eso les dan libertad.
Creatividad e imaginación
Por otro lado, este educador de calle se mantiene en contra del hecho de dar a los niños cada vez más ocupaciones. Considera que los niños tienen que aburrirse, porque «desde el aburrimiento se desarrolla su creatividad e imaginación». Esto es algo importante en la infancia, ya que si no has desarrollado estas dos cualidades de pequeño, es muy difícil ganarlas de adulto.
Cáritas tiene contabilizados alrededor de 225 jóvenes, adolescentes y niños en sus acciones de educación de calle, mientras que Asecal atendió en 2013 a 276 personas con el mismo programa.
La acción de educación de Calle llegó en toda la ciudad a más de 1.100 jóvenes.
Jesús Castillo, coordinador del Área Sociocomunitaria de Asecal en Salamanca, lleva la educación de calle del área oeste de Salamanca que abarca la Zona de Acción Social Pizarrales San Bernardo. Se trata de ocho barrios en los que la tónica más característica es el envejecimiento del barrio y la pluralidad de jóvenes, de muchas nacionalidades diferentes. Algo que es riqueza cultural pero que supone un modelo de actividades y trabajo adaptado a la nueva realidad. Por ejemplo, afrontando tareas como la de apoyar en el aprendizaje del idioma, reforzar el apoyo escolar o intentando ayudar en el aspecto económico.
De ahí la puesta en marcha, por parte de esta asociación, de acciones como un banco de recursos para recoger productos de segunda mano y alimentos. Asecal cuenta con un punto de encuentro y referencia muy valorado en el barrio, principalmente porque escasean los lugares donde los jóvenes pueden reunirse.
Su sede, en la calle Plateros, cuenta con un salón lleno de juegos y otros elementos didácticos que atraen a los jóvenes del barrio durante un horario abierto. Tampoco hay elementos suficientes para que, los alrededor de 60 chavales que acuden cada día estén entretenidos a la vez, porque ese espacio de espera es el aprovechado por los trabajadores sociales para entablar contacto con los participantes. Esta relación es necesaria y sobre todo cierta cercanía para que el educador de calle pueda percibir y hacerse eco de las necesidades de estos jóvenes, y así poder ayudarlos en lo que sea necesario.
Creatividad
El educador de calle detecta los factores de riesgo, crea factores de protección y actúa en el ámbito que sea necesario para evitar en la medida de lo posible el contacto de los chavales con los factores de riesgo.
La acción de estas personas puede centrarse en el ámbito individual, grupal, en la comunidad, en el centro educativo o bien en la familia. Para evitar los riesgos existentes en cada uno de estos ámbitos, el educador de calle, que sale al encuentro de los chicos y chicas, cultiva una actitud crítica ante la sociedad. Si los jóvenes lo aceptan, servirá como referencia y también podrá implicar al barrio y la familia en su labor.
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