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Adolfo Cancho explica cómo ha reparado la cabaña de Terrileja, en Antigüedad. / Luis Antonio Curiel
El arquitecto de las cabañas
PROVINCIA

El arquitecto de las cabañas

Adolfo Cancho rehabilita las chozas de pastor y corralizas, un referente de la arquitectura popular del Cerrato

LUIS ANTONIO CURIEL

Lunes, 27 de enero 2014, 13:24

Las cabañas de pastor son un claro ejemplo de la arquitectura popular, que encuentran en el Cerrato uno de sus máximos exponentes en cuanto a calidad y cantidad. Este patrimonio, en la mayoría de los casos, se encuentra en desuso y abandonado a su suerte. Unas construcciones que en muchos casos son centenarias y cuyo conservación se ha mantenido de generación en generación, gracias principalmente a la labor de los pastores y ganaderos.

Se trata de un oficio que ya es residual en la comarca del Cerrato y cuyos usos y costumbres han evolucionado a lo largo del tiempo, lo que hace que prácticamente ya no utilicen las cabañas y corralizas como refugio para el propio pastor y su ganado. Atrás quedaron esas largas temporadas que pasaban los pastores en el campo con el ganado.

Sin embargo, hay pueblos del Cerrato que luchan por conservar este patrimonio. Baltanás cuenta con dos rutas de cabañas pastoriles y una cabaña a escala, realizada por Anastasio Alejos, que da la bienvenida a la localidad como reclamo de un patrimonio que todavía cuenta con decenas de exponentes en la capital del Cerrato. Dueñas también ha trabajado durante varios años en la recuperación de este patrimonio con talleres de conservación realizados en el verano, con el fin de mantener esta arquitectura popular. Otros pueblos del Cerrato también cuentan con cabañas y corralizas, algunas conservadas por sus propietarios, aunque en la mayoría de los casos se encuentran en un considerable estado de deterioro.

Antigüedad ha encontrado un aliado en la conservación de este patrimonio en uno de sus vecinos, Adolfo Cancho Cancho. Natural de Antigüedad, donde ha trabajado como pastor, al igual que ya lo hicieron sus antepasados, pues es un oficio familiar que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Una vez jubilado tiene 80 años, Adolfo se ha dedicado a recuperar y realizar varias cabañas de pastor en Antigüedad, poniendo en alza esta muestra de la arquitectura popular del Cerrato. Además, ha donado varias maquetas de cabañas de pastor para edificios singulares de Antigüedad y Baltanás, muchas de ellas utilizadas en el montaje el belenes. También ha entregado una maqueta al Museo del Cerrato Castellano.

El pasado 2 de noviembre, Adolfo Cancho recibió un cálido homenaje de su pueblo natal, que ha quedado plasmado en la placa que el Ayuntamiento ha colocado en su última cabaña realizada a la entrada del pueblo. Gracias a este pastor, la localidad cerrateña disfruta de seis nuevas cabañas que ha realizado siguiendo el método tradicional, aprendido de la observación en sus largas horas en el campo. También ha rehabilitado dos chozas y ha intervenido en varias fuentes y manantiales.

Lo que en principio pareció ser un mero entretenimiento, se ha convertido en una especie de 'obligación' para Adolfo, que con sus actuaciones pretende concienciar a los antigüedeños y cerrateños de lo que ha significado y ha supuesto para muchas generaciones este patrimonio. «Es algo que hago con ilusión y que quizás sirva para que todos tomemos conciencia de la necesidad de apostar por la conservación de este patrimonio, muy característico del Cerrato, y que está en serio peligro, la mayoría de las veces motivado por la mano del hombre», destaca Adolfo Cancho.

Tienen siglos

Este pastor asegura que las cabañas se hunden por dentro por motivos diversos, principalmente por la mano del hombre. «En general, no valoramos suficiente lo que han significado este tipo de construcciones para nuestros antepasados, que vivían en ellas durante varios meses. Son verdaderas obras de arte que podrían durar toda la vida, pues la mayoría tienen siglos y nos han llegado en perfecto estado», apostilla Cancho.

Por eso, se ha dedicado durante su jubilación a realizar cabañas en distintos parajes de Antigüedad, como Valdefuentes, junto al avión, en La Cuesta, en el Pico Pajarero, en La Atalaya o a la entrada del pueblo, su último trabajo finalizado en octubre de 2013. Además, Adolfo ha recuperado varias cabañas que estaban deterioradas en los términos de Terrileja, El Girón y La Nava.

Pero su inquietud por conservar elementos de la arquitectura popular también se refleja en la recuperación y canalización del agua de fuentes y manantiales.

En Valdefuentes realizó la choza de protección para la acometida de donde sale el agua, la Fuente de la Encina permitió canalizar el sobrante del agua del Depósito, al igual que ha realizado en Fuente del Roble, desde donde se divisa una magnífica panorámica del pueblo y donde muchos vecinos almuerzan los días soleados, gracias a las mesas y asientos realizados por Adolfo. Algunas de las cabañas realizadas pertenecen a vecinos particulares.

Pero la sensibilidad de Adolfo Cancho por la arquitectura popular viene de lejos, pues mientras cuidaba sus ovejas, arreglaba los baches de los caminos con piedra y tierra. «Siempre me ha gustado hacer cosas por mi pueblo y pienso que si todos arrimásemos el hombro, nuestros pueblos estarían mejor», insiste.

Este pastor jubilado ha pasado muchas horas en el campo y ha observado las diversas cabañas de pastor que aún se conservan en Antigüedad y en otros pueblos del Cerrato. De esta observación han surgido sus actuaciones. El secreto está en la traza, que suele ser de base circular, sobre la que se colocan las piedras en hilera, que se van cerrando para acabar con el humero. Lo característico de este patrimonio es que no se utiliza argamasa, sino que se rellena con tierra y cantos. Y así se ha pasado de generación en generación durante siglos.

Uno de los secretos de estas construcciones está en la puerta, que se realiza siempre mirando al sol del mediodía, para que no entre el aire encañado y porque suele llover menos. Además, las puertas se hacen bajas para entrar agachado, con el fin de conservar mejor la temperatura. «Nuestros antepasados eran muy listos y todo lo que hacían tenía su explicación», asegura Adolfo.

El humero permitía realizar lumbre en el interior de la cabaña, con el fin de calentarse en las frías noches del invierno o para preparar el almuerzo o 'rancho' en los pucheros de barro.

Cobijo veraniego

Adolfo Cancho recuerda que las cabañas le han dado cobijo durante el verano, pues muchas noches ha dormido en ellas. Y sus padres y abuelos eran habituales moradores de estas chozas. Antes era costumbre estar fuera del pueblo desde San Pedro hasta los Santos. Así asiente otro de los pastores ya jubilados en Antigüedad, Daniel Rayaces Frías, que se suma a la conversación y que reconoce que él ha descansando muchas veces en estas cabañas. «Arropado sobre la paja de los rastrojos y envuelto en la capa y la manta, he pasado muchas noches en estas cabañas. La verdad es que no dormía mucho, pero el cuerpo descansaba. Y los corrales nos permitían guardar el ganado para protegerlo del lobo», recuerda el pastor Daniel Rayaces con una memoria privilegiada a sus 84 años.

Adolfo Cancho y su amigo Daniel Rayaces acumulan una dilatada experiencia de la vida y de la sabiduría popular aprendida de las generaciones de antepasados y de su propia observación de la naturaleza.

Estos pastores conocen perfectamente muchos de los secretos del campo, saben cuándo va a llover, entienden el significado de unos u otros aires, identifican a cada una de las ovejas y muchas otras cuestiones que hacen de ellos hombres eruditos del terreno. Han vivido una vida sacrificada junto a sus ovejas y con el burro y los perros como aliados. Han ejercido un oficio que va quedando en desuso, al igual que las cabañas de pastor y sus corralizas. Y quieren advertir de que se trata de un patrimonio que peligra y que debe conservarse como muestra de la historia agrícola y ganadera del Cerrato, para que las futuras generaciones conozcan mejor sus raíces y den valor al trabajo realizado por sus antepasados.

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