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PPLL
Lunes, 9 de diciembre 2013, 13:15
Hablan de sus años de gloria en la televisión sin alharacas ni nostalgia. Para ellos fue algo normal estar en la primera línea. Estuvo tan bien mientras duró...
Mari Carmen Goñi
«He madrugado tanto toda la vida, que ahora me doy el gusto de levantarme tarde». Y desde ese momento no hay descanso. Mari Carmen Goñi (Pamplona, 1930) disfruta de una ajetreada jubilación en un rincón verde de Soto del Real. «Tengo un jardín muy hermoso con tres pinos grandes, dos olivos, un nogal que con el cambio de estación pone el suelo hecho un asco y un roble rojo precioso que me regalaron cuando cumplí 80». Ahora tiene 83, pero Valentina sigue siendo tan chiripitiflaútica como siempre. «No soy muy nostálgica, pero con Los Chiripitifláuticos fui feliz. En verano me iba de vacaciones con mis cinco hijos a Los Dolomitas en caravana, porque allí no me conocía nadie». Además de recuerdos, Mari Carmen guarda «en un cajón» las inconfundibles gafas de Valentina, que todavía la llaman así por la calle. En la tele fue siempre «la Goñi» y en casa, mamá, abuela... «Tengo cinco nietos y un biznieto». Y a Pizka, un schnauzer de 3 años, y Zuri, una gata a la que encontraron en la calle «llena de alquitrán y hecha una miseria». Con esta gran familia pasa el rato, porque la tele, solo a ratos. «El programa de Jorge Javier lo sacaría del mapa...».
Martí Galindo
Vive Martí Galindo en un feliz y sereno retiro en el barrio de Gracia, en Barcelona. Lejos del mundanal bullicio al que se asomó tantas noches en Crónicas Marcianas (Telecinco 1997-2005). «Cuando terminó el programa tenía 65 años y cogí la jubilación (ha cumplido ya 76). Me llamaron para alguna cosa, pero no me interesó, me daba pereza empezar a trabajar con otro que no fuera Sardá. Con él había mucho feeling. Nos llamamos alguna vez». Cuando no le visitan amigos en casa, se entretiene revisando su colección de cine clásico La colmena, Los santos inocentes..., leyendo o viendo Cuéntame. «Es la historia de aquí, no tonterías. Lo que no me gusta son los realities. Cuando hacíamos Crónicas... empezó Gran Hermano. Lo vi cinco minutos y me pareció un aburrimiento». No sufre Galindo de nostalgia ni de lo contrario. «Recordar es estupendo, pero no diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Me tocó vivir una época dura, los años 40, pero como dice Serrat: Era nuestro tiempo y no teníamos otro». Y eso va moldeando un carácter y unas costumbres. «Cuando hacíamos Crónicas... nos acostábamos tarde. Yo aún lo sigo haciendo, me voy a la cama a las seis de la mañana y me levanto a las tres».
Txumari Alfaro
Cada vez le pasa menos, pero todavía hay quien asalta a Txumari Alfaro (Arguedas, Navarra, 1952) en plena calle para pedirle un remedio casero de esos que daba por la tele. «Un vez en Pamplona una señora me cogió del brazo, se retiró la falda y la braga y me enseñó unos granitos que le habían salido en la ingle». A ella todavía le pudo solucionar algo, pero a aquel señor que vendía bufandas del Real Madrid en la Castellana... nada. «Me dice: ¡Pero si es usted Sergio, el de Sergio y Estíbaliz. Me encantan sus canciones!. Me quería hasta regalar una bufanda».
Son los frutos que sembró a finales de los noventa, cuando presentaba La botica de la abuela en TVE. «Si me proponen volver probablemente vuelva», confiesa. Los últimos años los ha dedicado a escribir un libro de remedios y al estudio, primero en Montpellier y luego en Barcelona «un fin de semana al mes», de la Biodescodificación, una terapia que «busca el origen emocional de las enfermedades». «Una chica vino a mi consulta con un eccema en el brazo. No sabía por qué le había salido y hablando me contó que se le había muerto de forma violenta el perro hacía poco. El animal dormía con ella y se apoyaba siempre en ese brazo. En unos días se le quitó».
Elena Martín
El matrimonio de Las Virtudes ha celebrado las bodas de plata. Soledad Mallol y Elena Martín (Alicante, 1964) se conocieron en 1986, representando La Orestiada. «La gente decía que contábamos las mismas tonterías y nos pusimos a trabajar juntas. Íbamos a llamarnos Dolores y Remedios o Ladyllas porque éramos un poco punkies». Y a hincharse de bolos en la tele y los teatros. «Lo pasábamos bien. Ojalá tuviera ahora el volumen de trabajo e ingresos de antes. Aunque con tanta vorágine no sabía si estaba eligiendo o no vivir esa vida». Esas preguntas se las hacía Elena a diario. «Desde los 15 años hago meditación y durante mucho tiempo viví en una dicotomía. Era la divina de los tacones, pero también la que se iba con los chamanes». Cuando el trabajo en la tele empezó a flaquear se dedicó con más intensidad a su otra faceta. «He estado formándome en yoga, reiki, chamanismo» y desde hace diez años imparte talleres de «alegría y bienestar». ¿Y las Virtudes? Siguen de bolos. «Ahora los disfruto más». Tampoco ha abandonado el teatro y en septiembre estrenó El Hotelito, de Antonio Gala.
Mario Caballero
A torear aprendió en Caiga Quien Caiga (1996-2002), y hoy es un forofo de los novilleros. Aunque Mario Caballero prefiere verlos desde la barrera. El chico de las gafas negras ha buscado cobijo detrás de las cámaras y en la tele de Castilla La Mancha. «Tenemos programas vinculados a la copla, un concurso para buscar al mejor torero de la región... No reniego de la tele, pero tampoco tengo mono. ¿Programas novedosos? Me parecieron nuevos los de los trampolines. Hubo dos y los dos tuvieron audiencia. Eso es sorprendente».
Caballero fue el enfant terrible de los deportistas en el CQC de Wyoming. «El momento más importante fue cuando le di las gafas a Michael Jordan en Chicago. Él acudía a ver un partido como espectador y llevaba ocho o diez guardaespaldas detrás, como si fuera Kennedy. Le di las gafas y le pareció un gesto simpático. Con la NBA nunca he tenido problemas, allí tienes más facilidades para meterte en el vestuario». Él ha visitado unos cuantos, que lo suyo es el periodismo deportivo empezó en la Cope y ha colaborado con Marca, «pero ojo, no el de bufanda».
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