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CAROLINA RUIZ
Domingo, 6 de octubre 2013, 12:57
Seguro que alguna vez ha pensado en qué gastarse el dinero si le tocara la lotería. Más de uno ya se imaginaba en las Maldivas, o con coche nuevo. O qué hacer si se encontrara un billete de 500 euros en el suelo. Al día siguiente, camisa nueva y unos buenos zapatos. ¿Y si hallara una mochila con 7.800 euros en su interior? ¿Qué haría? Es algo tan inverosímil que probablemente ni se moleste en pensarlo. Sin embargo, uno nunca sabe lo que el destino puede depararle. Y si no, pregúnteselo a Víctor Arias, de 76 años, el vallisoletano que se topó con un maletín lleno de billetes de 50. Un hombre como pocos quedan. Y no por haber tenido la suerte de dar con un premio así, sino porque ha buscado a su dueño y le ha devuelto hasta el último céntimo.
Todo se desarrolló en un día. El día 28 de septiembre. Por la mañana, Víctor salió de casa y cogió un bus desde la Cistérniga, para dirigirse, como tantas otras veces, a tomar un café con una amiga en un local céntrico de Valladolid. Un día como otro cualquiera, tranquilo y sin novedades. Tras pasar un rato agradable en compañía, se despidió y se dirigió a la salida. Al abrir la puerta del local, se encontró un maletín de tela, y ni corto ni perezoso y lleno de curiosidad, lo abrió. Cuál fue su sorpresa al ver que en su interior no había documentos, ni bolis, ni libros, sino una lista de la compra y fajos de billetes. Sí, sí, de billetes. Envueltos en una bolsa de plástico. «¿Pero quién ha dejado esto aquí?», pensó Víctor estupefacto. Por un momento, estuvo tentado de entrar en el establecimiento y gritar: «¿Quién ha perdido una mochila con dinero?». Pero claro, cualquiera podría haber dicho que eso era suyo. Y más, con los tiempos que corren. Tras calmarse un poco, decidió volver a casa y contárselo a sus hijos.
«Vino sobre las dos de la tarde, muy nervioso. ¿Qué hago con ello? ¿Qué tengo que hacer?, me preguntaba angustiado. Lo primero que hicimos fue ir a la comisaría de las Eras, pero estaba cerrada. Así que nos tocó ir a otra», recuerda Alicia, de 49 años, la hija de Víctor. Una vez allí, entregaron los cuartos, les tomaron los datos y se volvieron a casa. Satisfechos y seguros de haber hecho lo que debían. Pensando en la inmensa alegría que provocarían en la persona que lo había perdido.
Mucha gente les preguntó extrañada cómo no se lo quedaron. Porque, a día de hoy, ¿a quién no le vienen bien casi ocho mil euros? «Ni se me pasó por la cabeza. No podía dejar de pensar en la persona que lo había perdido. En el gran disgusto que tendría. El dinero no merece la pena. Prefería dormir tranquila, aunque muchos nos tachen de tontos», cuenta orgullosa.
Llamada sorpresa
Esa misma tarde, recibieron la llamada de un número desconocido. El propietario del maletín quería agradecerles el enorme favor que le habían hecho, y no era otro que el dueño del local donde Víctor lo encontró. La policía consiguió localizarle gracias a los nombres que había en unos papeles junto a los fajos de dinero. Por lo visto, el buen hombre se disponía a pagar las nóminas a sus empleados. Salió fuera con maletín en mano, pero le llamaron por teléfono y lo apoyó en el suelo. Con tan mala suerte, que al colgar, se olvidó de ello y entró dentro del local de nuevo. Ese despiste le pudo salir caro. «Con todo lo ajetreado que está todo el mundo entre el trabajo, los problemas, todo el día pegados al móvil, es normal que pasen cosas como esta. Es un descuido que le puede pasar a cualquiera», señala Alicia de manera comprensiva, y añade después en tono jocoso: «aunque al principio me parecía algo imposible. De hecho, recuerdo que al policía le dije que en mi vida había visto tanto dinero junto. Si fuera mío, no lo soltaba ni harta de vino».
Una recompensa
Inverosímil o no, la historia es real. Y el dueño del local da buena fe de ello. Si la mañana del sábado fue uno de los peores momentos de su vida, la tarde entró en la lista de los mejores. «En esos momentos piensas que alguien lo va a encontrar, y que tú ya no lo vas a volver a ver. Que haya gente aún como Víctor y Alicia te sorprende favorablemente. Es una anécdota para mencionar. Yo me siento muy agradecido», valora el dueño afectado, sin querer revelar su nombre e intentando olvidar el mal rato.
Ahora todo se ha quedado en un gran susto para el propietario del dinero, y una enorme satisfacción para Alicia y Víctor. Su honradez tuvo premio. Al día siguiente, domingo, el improvisado héroe visitó el mismo local para tomarse uno de sus cafés. Como otro día cualquiera. Como si lo sucedido el día anterior solo hubiese sido producto de un sueño. «Cuando la dueña vino a atenderme le dije: ¿No me reconoces? ¡Soy yo, el que os ha devuelto el dinero! Y la mujer se me echó a los brazos. ¡Vaya saltos de alegría pegaba! Estaba contentísima», relata Víctor emocionado. Y no era para menos. Esta señora tenía delante a su pequeño salvador, su héroe personal. Póngase por un momento en su lugar, imagínese que pierde ese dinero. ¿Qué haría? «A mí me daría un infarto», comenta Alicia. Como le pasaría a cualquiera.
En agradecimiento, el matrimonio dueño del establecimiento les invitó a comer en su local el domingo, pero como ya tenían planes, no pudieron aceptar la oferta. De momento, el reencuentro entre los dos salvadores y el matrimonio sigue pendiente. Una comida que les servirá para rememorar y reírse de la anécdota de ese último sábado de septiembre. Un día que ninguno de los cuatro olvidará nunca. Un ejemplo raro de ver, aún más en tiempos de recesión, y capaz de inyectar una dosis de alegría a cualquiera. Pues Alicia y Víctor se convirtieron, de la noche a la mañana, en los héroes de una historia digna de ser imitada.
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