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Las hermanas Berta y María, en el comedor de La Palloza./ Andrea Bruiz
EMPRENDEDORES

Un cambio radical, de dueños y de imagen, para un local con tradición

María y Berta Arranz, propietarias del restaurante La Palloza

ÁLVARO ALONSO ALCALDE

Domingo, 6 de octubre 2013, 19:44

Tan solo tienen 25 y 32 años, pero Berta y María ya saben lo que es quedarse en el paro, levantar cabeza, mirar hacia adelante y decidirse a abrir un nuevo negocio. Estas dos hermanas vallisoletanas se enteraron de que los antiguos dueños del restaurante La Palloza no podían seguir al frente del negocio, debido a su avanzada edad, y lo iban a cerrar. No lo dudaron. Ni cortas ni perezosas, y con el respaldo de su madre y el resto de sus familiares, se animaron a llevar el local. No era fácil empezar de cero, porque tuvieron que reformar íntegramente el establecimiento. Algo no cambió, sin embargo. Y fue el nombre del restaurante, convencidas de que La Palloza ya tenía su propia clientela y querían mantenerla. Además, «la carretera en la que se encuentra situado tiene un tráfico considerable», comenta Berta. Por lo tanto, los conductores al observar la reapertura a lo mejor se decidían a entrar.

Tradición y cambios

Ambas hermanas cuentan entre risas que prácticamente «todo» ha cambiado de la anterior etapa. Desde la decoración o la comida, hasta la clientela. María explica que adelgazó unos 10 kilos «por culpa de los nervios». El negocio lo iniciaron en octubre del 2012, aunque las obras comenzaron mes y medio antes.

En medio de tanto cambio, el espíritu de la tradicional palloza se sigue manteniendo con alimentos típicos como la cecina de León y el cocido maragato. De entre las nuevas comidas resaltan el chuletón de buey de Alemania, la ensalada César y la menestra de mi madre, «un plato que pasa de generación en generación», según aclara Mari Francia, madre de las dos jóvenes. Además de todas estas recomendaciones se pueden degustar distintos tipos de carnes y embutidos ibéricos, hamburguesas, tortillas, tablas, postres caseros que elabora Berta y también el menú del día a partir de 10 euros.

«Una cosa sencilla, sin grandes pretensiones, con buena comida y muy buena calidad», es el lema que identifica al restaurante. Una de las principales características que diferencian a La Palloza de otros establecimientos consiste en que «el trato con los clientes es como si estuviesen en su casa y formaran parte de la familia, porque vienen a diario», dice Berta.

Las dos hermanas se sienten orgullosas al relatar que el primer cliente que entró al lugar aún sigue viniendo, al igual que gran parte de la clientela de los primeros meses, que acude con frecuencia. María y Berta no temen a programas del estilo de Master Chef o Pesadilla en la Cocina pero saben que a la hora de las tapas o los pinchos los comensales son mucho más exigentes.

Anécdotas y curiosidades

En esta nueva etapa se han encontrado con todo tipo de anécdotas. Nunca se les olvidará un día en el que tenían la barra a rebosar y recibieron una llamada, a cobro revertido, para realizar una reserva. Pensaron que se trataba de una broma, pero efectivamente esa persona se presentó a cenar. Entre otras curiosidades con las que cuenta La Palloza destaca un yugo colgado del revés, un trillo antiguo, un espejo de la tatarabuela y otro de la bisabuela de la familia. También cuenta con dos chimeneas que funcionan en el comedor durante los meses fríos y una bodega adaptada como sala de fiestas y discoteca, donde se han celebrado comuniones, cumpleaños y reuniones de empresa.

«Animo a los chicos jóvenes a que tomen ejemplo de mis chicas», comenta Mari. «Ellas han creado tres puestos de trabajo», añade. Para madre e hijas «el restaurante es como una casa, aunque un poco más grande, con más comidas y fiestas», pero no supone ningún problema. Se sienten agradecidas por todo el apoyo que han recibido de amigos y clientes, que han hecho posible este emprendedor proyecto. Estos días La Palloza cumple su primer año de su nueva vida. ¿Qué le piden al futuro? «Seguir así durante muchos años».

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