India Martínez, Tamara y Merche estrenan concierto de divas en Valladolid

No es fácil tomar decisiones. ¿Seguimos adelante después del chaparrón del año? ¿Y si vuelve a caer el diluvio y salen las divas con paraguas y katiuskas? No es fácil tomar decisiones, aunque en este caso estaba claro. Tiramos pa'lante. Hay concierto. Pero no siempre es tan sencillo. La duda entre las patatas simples o las deluxe. El dilema del 'melopido' de Reyes. El camino al polígono por Zorrilla o por Arco de Ladrillo. El saco paraguas, me pongo jersey, le declaro amor eterno, me quedo a desayunar. El piedra, el papel, la tijera. No es fácil tomar decisiones. Diego López o Casillas. El roscón de crema, con nata, sin nada. El semáforo en ámbar. El a quién quieres más. El último segundo al borde del avión, con el paracaídas a la espalda. Que si a papá o a mamá. El dedo aventurero que le pregunta la temperatura a la ola. El rojo o el negro. El le entro o me salgo. El riesgo de un seis en las siete y media. Que si India, que si Merche, que si Tamara. Pues no, no es fácil tomar decisiones.

Así que se agradecen estos conciertos lubricantes, tres en uno, estas actuaciones en plan promoción del carrefour, este zapping de recitales, este surtido cuétara de la canción que han bautizado como Divas Dial (un tierra de sabor de las voces femeninas) y que quieren exportar a otras ciudades. Lo de divas mola. Tu pones la palabreja en google y te remiten a Aretha, a Barbra, a Beyoncé. Las divas de aquí se llaman India, Merche y Tamara, que son nombre como de guardesa de Medina del Campo. Mucho más cercanas, dónde va a parar. Divas sin divismo.

Lo demuestra Tamara, la primera en salir, en sacar la manita para ver si llueve (y no, ya no llueve). Se presenta en el escenario envuelta en luces rojo bolero pasión y marcando tendencia. Vestida de negro y encaramada a unos tacones que parece que se está asomando a la azotea del Duque de Lerma. Vaya vértigo, chico. El negro y el taconazo es cosa de divas. Tamara se ha embadurnado además los brazos y el escote con una brillantina que le da un toque Ferrero Rocher. Agarra el micro con la mano derecha, luciendo pedrusco, se coloca un atril a un lado con las letras y empieza a lucir voz con 'Amor en silencio', con una versión de 'Celos' rebozada en ritmos tropicales o con un 'Gracias' sujeto con los alfileres de unos teclados. No debe ser fácil vivir dentro de una canción de Tamara porque ahí, como en la casa de Gran Hermano, todo se magnifica. Allí se sufre, se quiere y se muere en 'dolby surround'. Mucho agobio, vamos. Tres cuartos de hora (nueve piezas) dura la actuación de cada una de las divas, de estas reinas de las fiestas de Valladolid.

La competición de voces, luto y tacones prosigue con una aplaudidísima India Martínez, quien se lamenta en broma porque «ha escampado ya y yo me he traído el mono impermeable». El catálogo de India incluye producto importado (versiones arabizantes de Shakira, asaetadas de Gloria Estefan), pero también género de la casa, como 'Los gatos no ladran' y 'Vencer al amor', cuyo estribillo se canta a pelo, sin red instrumental, y pegándole un pellizco al corazón de los muchos vallisoletanos que abarrotan la plaza.

Y para rematar la noche, pasadas las doce y media, la tercera de la noche. Merche. Vozarrón como sus compañeras, y como ellas también de negro. Y también con tacones, aunque esta vez rojos. Presenta nuevas canciones, éxitos de siempre, y recibe el mimo pucelano con el inevitable 'tú sí que vales' gritado desde el público. Y así, tras el desfile de divas, Valladolid despide este 'ménage à trois' musical que dicen tendrá réplicas en otras ciudades. Con ellas o con otras. Porque elegir no es fácil. Eso dicen.