La aldea de los perros

Un grupo de mastines merodea junto al cartel de entrada a la aldea. Otro descansa junto al arroyo mientras observa fijamente al foráneo. Hay más grupos por los entornos de San Cebrián de Buena Madre: junto a la iglesia gótica, por la calle... y detrás de la verja que da entrada al Palacio de los Mújica, de propiedad privada. Allí reciben a las visitas una treintena de estos canes. Como para entrar, como para bajar del coche. Allí vive un matrimonio octogenario y adinerado que tiene en ese centenar de perros a su más fiel alarma y centinela. Solo que esos canes, varios de ellos, traspasan con bastante frecuencia la pedanía de San Cebrián de Buena Madre para acercarse al término de Vallejera, de Valbonilla, de Cordovilla la Real o de Valbuena de Pisuerga, municipio del que depende la aldea. Y cuando se dejan ver, las piernas tiemblan.

Los vecinos de Valbuena ya han sufrido en sus carnes la cercanía de los mastines, animales a los que no les falta la comida. Un camión con pienso llega todas las semanas a la pedanía desde la capital palentina. Y una carnicería de Astudillo tiene en el matrimonio octogenario a uno de sus clientes más estimados. Según el Seprona, los animales están bien alimentados, aunque abandonados en cuanto a reproducción. Y es que, cría que nace, cría que mantiene el matrimonio. Son tantos los canes, que asustan por la zona.

Un vecino de Valbuena recuerda cómo a un familiar suyo que iba a por setas le obligaron a encaramarse a un árbol y esperar a que se fueran. Y otro asegura que ocho caballistas del pueblo sudaron con sus corceles para que un grupo de estos perros dejaran de hacerles frente y diesen media vuelta. Un ciclista también temió de lo lindo al darse con estos animales, y al panadero que va a la finca le pincharon las cuatro ruedas y tuvo que quedarse en el coche.

«Lo hemos puesto varias veces en conocimiento de la Guardia Civil, de la Junta y de la Subdelegación del Gobierno, el Seprona ha denunciado y la Junta les ha multado, pero han pagado», hace hincapié el alcalde de Valbuena de Pisuerga, Jesús María Palacín, que asegura que las multas abonadas ascienden a 9.000 euros.

«Llevamos cinco o seis años con esto, le he explicado al matrimonio que, o encierran a los perros dentro, o les van a quitar la licencia. Ellos dicen que les dan mucha seguridad los animales, pero parece que vamos atajando el problema», apostilla el regidor, que incide en cómo, de esos cien perros, únicamente 17 viven asilvestrados, sueltos y agresivos. «Han venido veterinarios de Paredes de Nava y han vacunado a los perros y puesto en regla la documentación, y ahora han solicitado permiso para poder disparar a esos 17 con dardos anestésicos para poder cogerlos», asegura Jesús María Palacín, que solo desea que el matrimonio «tenga los perros dentro de la finca, no fuera, que no abra las puertas para que se vayan por ahí».

¿Se solucionará el problema? Está por ver, pero los vecinos quieren que se tomen medidas cuanto antes, no cuando ocurra alguna desgracia. «Es que parece que va a tener que morir alguien para que se arregle», señala un vecino de Valbuena de Pisuerga, que alerta a los visitantes que pasen por San Cebrián de Buena Madre de que no se bajen de su coche. «A mí, si algún día paso por allí y se me para el coche, no me bajo, desde luego», recalca. «Si es que, con que tuviera treinta en vez de cien, ya bastaría», asegura otra persona del municipio. «Tengo una parcela y una vez que fui allí a coger setas, me di cuenta de lo de los perros y me di la vuelta», hace hincapié otro vecino. Todos inciden en que los perros merodean por un radio de acción de diez kilómetros y que es fácil encontrárselos por las cercanías. De modo que, en verano, el agradable paseo por el campo se ha suprimido. Y es que el relajante canturrear de pájaros se ha trocado por amenazante ladridos. Los de los canes de San Cebrián.