ANTONIO G. ENCINAS
Sábado, 9 de febrero 2013, 19:32
Malena sonríe. Sus padres vigilan. Por primera vez en sus nueve años de vida decide adónde quiere ir y se desplaza sin ayuda, gracias a una silla de ruedas eléctrica que ha costado, al cambio solidario, 15.800 kilos de tapones de plástico, una carrera de orientación, un concierto y unas chuches benéficas. Traducido a crematístico, que es de lo que se trata, más de seis mil euros conseguidos con mucho esfuerzo y unas ingentes dosis de ayuda. En pocos días, como pronosticaban las profesoras con las que trabaja día a día, ha aprendido a manejar el mando de la silla. Igual que en su día aprendió a comunicarse a través de una tableta. Ahora el peligro es que, como dicen sus padres, aún tiene la L de conductora novata, y tiene que ir con cuidado. Los bordillos, por ejemplo, requieren de un aprendizaje propio, y hay muchos, demasiados, como bien saben los colectivos que denuncian las barreras arquitectónicas.
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Ese aprendizaje lento, y que ahora tenga la posibilidad de salir zumbando cuando no quiere hacer caso a sus padres, como cualquier otro niño, es la parte negativa de algo tan positivo como tener autonomía para desplazarse, algo que hasta ahora había impedido la tetraparesia espástica que padece desde que nació.
La silla es especial. Sobre todo porque para conseguirla ha habido que reunir, limpiar y transportar toneladas de tapones hasta Magonsa, la fábrica de Villamuriel de Cerrato. Y porque muchos de esos tapones provenían de Iván, un niño de Venta de Baños cuya madre, Mónica, había tejido una auténtica red de recogida de tapones. «En pocos días nos juntamos con una cantidad extraordinaria. De repente en la primera tanda nos hicimos con 4.200 kilos», decían hace unos meses en El Norte Raúl y Loli, los padres de Malena.
De su mano, y con la ayuda de muchos otros puntos que se añadieron a la recogida de tapones y de la solidaridad de sus vecinos de Arrabal de Portillo y de las localidades cercanas, la red ha crecido tanto que el ritmo de recogida en las últimas fechas era «de unos 4.000 kilos cada tres semanas». Una barbaridad de tapones. Aplicando el cambio oficioso kilo/tapones, unos 2,6 millones de tapones de botellas de agua, por ejemplo.
La avalancha de tapones solidarios no cesa, y hasta la casa de Malena se ha convertido ya en un punto de recogida. Pero esta vez no son para ella, sino para quien los necesite. Creen que de esa manera pueden continuar con la cadena que a ellos les llegó gracias a Iván, el niño de Venta de Baños.
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