
Valladolid lírico y espiritual
Amancio Prada repasa su vinculación con la ciudad en una noche de magia y empatía poética
ROBERTO TERNE
Domingo, 2 de diciembre 2012, 12:12
Más que un concierto. Lo de Amancio Prada anoche en el Cervantes tuvo mucho de punto de inflexión... de balance, de saldar cuentas con la reflexión y con el camino llevado en una ciudad en la que público y artista han vivido siempre un vínculo sincero, artístico e inspirado... Una relación labrada por encima de instituciones y estrategias mediáticas que ayer se impuso a las circunstancias de los tiempos que corren con un cartel de completo colocado tanto en aforos como en satisfacciones del personal.
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Acompañado únicamente de su guitarra y de su voz, Amancio subió al escenario caminando desde el patio de butacas con una maleta de viajero. Una manera apropiada de comenzar sus 'canciones contadas con Valladolid al fondo'. Y es que de narrativa tuvo bastante la actuación de anoche. Casi tanto como de lírica, y eso es ya algo más que significativo cuando se habla de Amancio Prada. Aunque el espectáculo tenía bastante tono de improvisación y naturalidad, lo cierto es que el artista tenía un guion interno que poco, por no decir nada, se dejaba en el tintero. Desde un punto de vista trascendental, el poder empático de la poesía como uno de los mensajes principales sin obviar el sentido 'machadiano' de la vida como un camino por el que dejar testimonio más que celebridad.
Ambos parámetros podrían convertir la noche en algo gravoso, pero estamos salvados. Además de talento, Amancio tiene magia y sabiduría. Durante dos horas desarrolló un recital repleto de recorridos tan circundantes como angostos, tan irónicos y divertidos como tremendos en reflexión. Comenzar contando su llegada a Valladolid desgranando cada verso de 'Soy minero' no tuvo desperdicio. Sin duda, una apertura fresca para toda la carga de vinculaciones simbólicas con Valladolid que se desarrollaron posteriormente.
Repertorio
A modo de atrezzo, Amancio Prada solo se arropó por una mesa sobre la que se solapaban libros de San Juan de la Cruz, Luis López Álvarez y Miguel de Unamuno. Y por supuesto, el primer trofeo con forma de galleta que ganó en Alar del Rey en julio de 1969 después de que cantara 'Pra a Habana' de Rosalía de Castro. En el ecuador del concierto, anoche Amancio recuperó esa canción para rememorar su primer triunfo, y no cabe duda de que fue uno de los momentos más sentidos junto al impresionante cierre dedicado al querido García Calvo en el bis final.
Canciones hubo tantas como anotaciones sobre Valladolid. No faltó en el repertorio Paco Ibáñez y su 'Como tú', sin antes dejar de explicar el encuentro de Amancio con el talento de Paco: «Cuando escuché 'Andaluces de Jaén', me caí». 'Como chove' sirvió para confesar el alivio que en Valladolid le produjeron los versos de Rosalía de Castro a la hora de combatir la morriña. Y entre autor y autora, la sorpresa de ver a Amancio recuperar 'Volverán las oscuras golondrinas' de Bécquer sin un ápice de rubor colectivo.
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Como de Valladolid iba la noche, Amancio no dejó de reivindicar la memoria de la librería Relieve, con la que descubrió tantos y tantos versos. Y entre memoria y recuerdo, un montón de nombres más reivindicados. Joaquín Díaz, Sánchez Ferlosio y Carlos Aganzo. De este último interpretó 'Arde el tiempo', que junto a 'Me arde el corazón' fueron las dos novedades que Amancio presentó anoche en el Cervantes.
No cabe duda de que el autor y cantante mantiene un pulso férreo con un público que probablemente podría haber llenado una segunda noche repleta de química y lírica, musical y poética.
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