Un grupo de reclusos recibe terapia con perros abandonados del centro canino municipal
Los monitores tratan así de motivar a los internos más jóvenes y educarles en valores como la paciencia
J. SANZ
Domingo, 21 de octubre 2012, 12:28
La vida tras los muros de la prisión provincial puede resultar tediosa, y más para los reclusos de menor edad confinados en el módulo 5, en el que conviven 26 jóvenes delincuentes con edades comprendidas entre los 18 y los 21 años. «Hay que buscar actividades que motiven a estos chicos para que sigan adelante», explica una de las monitoras de Cruz Roja que participa estos días en un programa pionero dirigido exclusivamente a estos internos nobeles a través de un taller de adiestramiento de perros abandonados procedentes del centro canino municipal. Se trata de la primera experiencia de estas características que tiene lugar en el centro penitenciario vallisoletano.
La primera de las quince sesiones semanales de las consta el programa tuvo lugar el pasado jueves a través de una primera charla de acercamiento con los chicos por parte de los educadores caninos Luis del Caño integrante de la protectora Scooby y de la asociación Níobe y Javier Riera eledencanino.com. «Hemos comenzado así, sin traer aún las mascotas, para que los propios jóvenes nos cuenten sus motivos para asistir a este taller y comenzar a conocernos un poco mejor, además de explicarles las normas», señalan los dos monitores.
El objetivo principal del programa pasa por «fomentar valores como la paciencia y la no violencia a través del adiestramiento de las mascotas siempre empleando un sistema de educación en positivo a través de refuerzos y premios y nunca utilizando el castigo o la violencia», explica el educador Luis del Caño. Su compañero Javier Riera destaca que en la utilización por vez primera de animales procedentes del centro canino municipal «persigue que los propios chicos sientan cierta empatía con unos animales que, al igual que ellos, viven encerrados y eso genere vínculos afectivos de los que muchos están necesitados por las carencias que suelen tener en su vida normal».
Desterrar la violencia
El fin último, en cualquier caso, «no es tanto adiestrar al perro como hacer que los jóvenes vean que el trabajo en positivo es más beneficioso que el uso de la violencia física o verbal y que de esta forma el animal está más dispuesto a aprender y a seguir sus instrucciones».
Pero antes de llegar a ese punto deben ganarse a los propios participantes en este taller: «Tienes que entrar con ellos de puntillas, conocer sus expectativas e intentar generarles otras nuevas», señalan los educadores. De ahí que durante las primeras sesiones no haya mascotas de por medio. «Tienen que aprender que hay muchas formas de comunicarse y que si hablan bien, con educación, pueden ser correspondidos», añade Javier Riera.
Estos valores, unidos a un «control del estrés y de los cabreos», tendrán que aplicarlos en su día a la vida real cuando salgan de prisión.
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