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Charo Vergaz. / H. SASTRE
Libros

Una Rayuela menos

La librería de Valladolid rebaja el precio de sus libros un 20% para liquidar antes de su inminente cierre

V. M. NIÑO

Viernes, 19 de octubre 2012, 22:39

En muchas ciudades hay una librería que se llama Rayuela. En Valladolid, cerrará pronto la que jugaba a Cortázar, la que saltaba páginas. Con apenas quince años, la crisis cervical de su guardesa y la crisis medular del sector han congelado la juventud de la criatura. Nació en 1997, comandada por una librera bregada en estantes ajenos desde que tenía 18 años. Charo Vergaz comenzó como lectora y vendedora de libros, y ahora hace un paréntesis en su múltiple condición de agitadora del gremio, entrevistadora, prestidigitadora para los que aún no saben leer.

Rayuela fue un espacio grande, con tres miradores a la calle López Gómez, un poco inhóspita, en la que proponía una parada oxigenante. Comenzó con siete personas en plantilla y el tándem música y libros, para ir ganando la partida los inquilinos naturales.

Al fondo, la zona de los niños, ¡qué placentero descanso expurgar con un ojo el anaquel y el otro en el infante que juguetea con los libros de su edad!. A la derecha, narrativa, en medio la poesía, a la izquierda el ensayo, en el otro medio, las biografías. Dominar la jerarquización del reino del librero es sentarse a su derecha.

Cuentacuentos los sábados

Charo Vergaz, con su aire de Bruja Avería ¡cuántos niños se han parado a contar los colores de su pelo y sus uñas!, ejerció de flautista de Hamelín. Durante años ha sido la única con programación regular para lo más pequeños. Había que sembrar, pensaba. Luego esa siembra encontró otros caminos, en un blog, en un programa de televisión ('Silencio se lee'), en una editorial (Gatón), en presentaciones, en conciertos. Rayuela ha visto nacer y morir revistas, cuentistas, poetas, ha hecho casi todo menos quedarse en almacén de libros.

Hace un año se empequeñeció en pos de una sostenibilidad que no ha encontrado. Aún así, el único escaparate, con los colores de los álbumes ilustrados en primera línea, seguía siendo una estación tranquila en la rúa de tráfico infernal. Junto a Charo, Inma y Samuel, quienes asisten al triste desmantelamiento, al imperativo de rebajar (el 20%) para liquidar y celebran la llegada de clientes que aceleren la agonía. En los últimos años hemos asistido en Valladolid al cierre de librerías-empresa (Lara), de librerías-pasión (Alkitabia). Aún queda alguna librería de fondo, un ramillete de especializadas, otras a la medida del público menudo, incluso valientes que comienzan. En cuanto a los pedidos, Charo quiere volver al mundo del libro cuando se cure. Calibren ustedes su prisa.

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