Carlos Aganzo
Miércoles, 25 de julio 2012, 13:05
En la sierra de Gredos, entre cantuesos y cabras monteses, y bajo la vigilancia severa del pico Almanzor, se gestó uno de los textos más afortunados de la historia política española: la Constitución de 1978. Una Carta Magna que sirvió, de manera ejemplar, para superar sin violencia la dictadura del general Franco, para devolver a España a la senda de la democracia y la modernidad y para darnos a los españoles el sistema de convivencia que disfrutamos hasta la fecha. Allí estaba Gregorio Peces-Barba, al lado de Gabriel Cisneros, Manuel Fraga, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez Llorca, Miguel Roca y Jordi Solé Tura. Veinticinco años después, en 2003, los Padres de la Constitución, con excepción de Solé Tura, se volvieron a reunir en Gredos para recordar aquella cita histórica en la espina dorsal de Castilla, como la definió don Miguel de Unamuno: «El mérito de la Ponencia, si lo hubiere, fue acertar a interpretar los anhelos de paz y libertad que alentaban en lo más profundo del pueblo español (...) El respeto a sus valores y principios y a sus reglas de juego y procedimiento es también garantía imprescindible para el futuro», dijeron los viejos ponentes, que querían dejar patente su orgullo y alegría por haber participado en aquella aventura.
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En estos tiempos de incertidumbre, sin duda merece la pena evocar el mensaje.
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