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Avenida Reyes Católicos, tras la inundación. / MERCHE DE LA FUENTE
El 15 de julio de 1997 no se olvida
PALENCIA

El 15 de julio de 1997 no se olvida

El barrio Pan y Guindas rememora las inundaciones al cumplirse quince años

J. OLANO

Domingo, 15 de julio 2012, 22:15

A Josué Calvo, la fuerte tormenta le pilló dando un paseo a media tarde por la Calle Mayor, también más que rozada por el agua. Entonces, decidió volver a casa, en el barrio de Pan y Guindas, un regreso que no olvidará jamás. El agua entraba por la avenida de Cuba hacia el barrio de una forma tan asombrosa que nadie ni nada podía parar, los coches parecían barcos sin encontrar punto de amarre, un contenedor de obra con escombros bailaba desde la calle Managua hasta el colegio Pan y Guindas, las burbujas de agua formadas en las cocheras comenzaban a reventar y en pocas horas de la iglesia de San Marco apenas se veía el tejado.

La lluvia torrencial que invadió una tarde de verano de aquel 15 de julio de 1997 trajo el caos a Palencia, fundamentalmente a los 7.000 vecinos del barrio de Pan y Guindas. No hubo que lamentar víctimas, pero los daños de tromba de agua y granizo, que descargó 80 litros por metro cuadrado durante 57 minutos sin cesar, desbordó el arroyo de Villalobón, provocando cuantiosos daños en viviendas y locales de la capital.

Muchos fueron los palentinos que vivieron muy de cerca las consecuencias de las inundaciones, y numerosos son los recuerdos que 15 años después vuelven en forma de anécdota y desasosiego. Elías de la Fuente no debe acudir al armario de la ropa en desuso, porque guarda de forma muy viva y ordenada esos recuerdos. Estaba en la parroquia, que guarda la marca de humedad a la altura del metro ochenta de sus paredes. Inicialmente, como pensó la mayoría, se sorprendió de la fuerte tormenta de verano, pero no imaginó que a las once de la noche saldría de la iglesia a nado. Perdió la comunicación telefónica el polígono residencial de Pan y Guindas se quedó sin luz ni teléfono durante dos días, pero consiguió que una última llamada a un compañero sacerdote mandara en su búsqueda a un equipo de bomberos.

Las tres sesiones semanales de natación ayudaron a Elías de la Fuente a sus 58 años en aquella jornada, que tuvo que salir a nado hasta cruzar la avenida de Cataluña. En el otro lado le esperaban los bomberos, que le llevaron al Parque a pasar la noche y donde pudo contemplar el incesante trabajo realizaron más de 300 servicios en las 16 horas más complicadas desde que estalló la tormenta.

Pero a la mañana siguiente, la demanda de atención hacia los bomberos seguía siendo constante. El párroco de San Marco seguía allí, vestido de bombero con la ropa que le habían prestado, contemplando el cielo desde la puerta del Parque. A las 7 de la mañana llegó una mujer para pedir a los bomberos que sacasen a su hija de casa de una vivienda de Pan y Guindas desde la que no podía salir a la calle. El argumento de que estaban aún atendiendo necesidades más urgentes no convenció a la mujer, que no entendía cómo con tanto trabajo había un bombero de brazos cruzados a la puerta del parque. «Ahora nos reímos con estas cosas, pero fue tremendo, desolador, y la peor impresión fue la del día siguiente».

Y es que al día siguiente, el 16 de julio de 1997, el panorama seguía siendo desolador, mientras aún se miraba al cielo con el miedo de que volviera a descargar cuando el Pabellón Municipal de Deportes se había convertido en gran tienda de campaña para acoger a palentinos desalojados de sus casas.

Profesionales y voluntarios se afanaron para que Palencia recuperara la normalidad, sobre todo a través de la limpieza de calles, garajes, aceras, jardines, naves industriales y todos los espacios a los que había llegado el barro. Precisamente, la solidaridad fue la única buena lección que impartió aquella catástrofe.

Hoy han pasado 15 años desde aquel fatídico día y el barrio luce un aspecto renovado. Algunos negocios cerraron y en su lugar se han instalado otros nuevos, y otros resultaron tan afectados que se sometieron a una renovación total. Pero son muchas las marcas de aquel 15 de julio de 1997, como la que evidencian las columnas de los soportales de la calle Maldonado, en las que un color rojizo determina hasta dónde llegó el agua. El resto del pilar está pintado de otro color, uno claro, el mismo que piden siempre los vecinos cada vez que los nubarrones y las tormentas sombrean Pan y Guindas. Confiesan que a veces, cuando llueve de forma intensa, sienten miedo, que en su interior recuerdan con más firmeza aquel día del que hoy se cumplen quince años.

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