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V. M. NIÑO
Martes, 27 de marzo 2012, 10:39
Lleva 60 años estudiando la revuelta comunera. Quizá por eso sea capaz de contar con tanta gracia «el primer caso de enchufe en España». Joseph Pérez mira por el balcón del Ayuntamiento de Villalar donde mataron a los tres cabecillas. «Al día siguiente de la victoria se decide ajusticiar a los jefes. Identifican a Juan Padilla por Toledo, a Juan Bravo de Segovia pero el de Salamanca era don Pedro Maldonado. Llega el Conde de Benavente y dice que 'es sobrino mío, a este no se le toca'. Pero tenemos que ajusticiar a tres, le dicen. 'Pues ponga a su primo, Francisco Maldonado', a quien efectivamente matan. Luego Don Pedro se portó bien y cuando regresó el emperador se entregó y lo degollaron en Simancas. Hay una frase muy bonita de Luis Jiménez Hernández que reza 'Don Pedro, ejecutado en Simancas por sentirse más nieto de letrado que sobrino de caballero'».
Pérez (Ariège, 1931) recibió el homenaje de la villa, que pondrá su nombre a una baldosa, y de la presidenta de las Cortes y de la Fundación Villalar. En el III Simposio de Historia Comunera, el hispanista galo habló de 'Conversos y comuneros', de su admiración por Américo Castro a quien, sin embargo, puntualizó «porque él carecía de las investigaciones sobre economía y población en el XVI». La condición de conversos no marcó filiación política alguna.
Pérez terminaba su tesis a comienzos de los setenta cuando se encontró con Luis López Álvarez. «Él estaba interesado porque estaba escribiendo un romance sobre los comuneros. Tenía interés en promover un interpretación que coincidía con la mía. Luego se publicó el libro de Maravall que confirmaba esa tesis. Para mí fue un gran consuelo, si él con su categoría llega a las mismas conclusiones que yo, es que no debían ser tan descabelladas», recuerda el ex rector de la Universidad de Burdeos. «A partir de ese momento se puso en marcha aquella idea de que el movimiento comunero no era feudal. Era la prefiguración de las tentativas que se darían en Francia, Inglaterra, en otros país de Europa para establecer frente al poder real una posición de representación del reino, o sea, que el absolutismo real no podía permirse lo que le daba gana, debía contar con la población. Los comuneros defendían que el reino no era del rey sino de la comunidad». Idea que retomarán los constitucionalistas de 1812. «Igual que en 1521, la nación se opuso a una dinastía extranjera».
Católicos y latinos
La editorial Gadir, que publicó hace dos años 'La leyenda negra' de Pérez, prepara la segunda edición. En ese libro, el historiador analiza la fatalidad nacional, la poca querencia de los españoles por su historia. «Hay una especie de ensañamiento de algunos españoles contra ellos mismos. Se produce en la segunda mitad del XIX y principios del XX en un momento en que España da la impresión de estar sometida a una fatalidad histórica. Lo que he intentado hacer en 'La leyenda negra' es mostrar que este sentimiento ocurre en toda Europa, también en Portugal, Francia o Italia. Los pueblos latinos tienen una especie de complejo de inferioridad en relación con los del norte, protestantes y anglosajones, que se erigen en portadores del progreso. Estos prejuicios no han desaparecido, basta ver lo que dicen en las instituciones europeas en Alemania de sus vecinos mediterráneos. No parece que hayan mejorado mucho las cosas, hay una cierta fatalidad histórica contraria a las naciones latinas y católicas». Aunque si se ojea la historia de los norteños «es fácil darse cuenta de que no todo ha sido maravilloso, también tienen páginas negras. No basta con declararse progresista para que toda la realidad sea como se desea». Por eso Pérez se declara «poco europeísta en el sentido actual de esa palabra. Fue una gran esperanza pero se ha perdido la perspectiva de lo que quería hace 20 años. Pudo ser el germen de una Europa más unida y solidaria, pero es lo contrario».
El autor de 'Los comuneros' ha hoyado en minorías como los erasmistas y los alumbrados. «Preparo un libro sobre Cisneros, sobre lo que pudo representar en historia España. Fue uno de los mejores estadistas de la Europa pero llegó tarde. Sus proyectos sobre la milicia, la economía, la política, denotan una gran profundidad. Era inquisidor general pero ningún fanático».
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