ICAL
Domingo, 19 de junio 2011, 14:49
Cuatro de cada diez trabajadores de Castilla y León con una exposición prolongada (20 ó 30 años) a las fibras de amianto han desarrollado una patología pulmonar, si bien las menos malignas son las más frecuentes. De esta forma, los diferentes tipos de cáncer no son la enfermedad más diagnosticada en la comunidad, ya que afecta sólo a casi un 18 por ciento de los pacientes tratados en los servicios de neumología en virtud del Plan de Actuaciones Sanitarias, desarrollado desde 2007 por la Consejería de Sanidad.
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La Junta de Castilla y León cuenta con un registro vivo, según explicó a Ical el director general de Salud Pública e Investigación, Desarrollo e Innovación, Javier Castrodeza, con las personas en activo o jubiladas, desempleadas y de baja laboral (pasivos) que han estado expuestos durante su vida laboral al amianto. Al cierre del mes de enero, se contabilizó en la comunidad un total de 2.311 trabajadores afectados por enfermedades profesionales provocadas por este producto -1.588 en activo y 722 pasivos-.
Por provincias, esta cifra se sitúa entre los 1.351 de Valladolid y los 26 de Soria. El registro recoge 78 casos en Ávila, 190 en Burgos, 308 en León, 126 en Palencia, 142 en Salamanca, 36 en Segovia y 54 en Zamora. Los principales sectores a los que pertenecen estos trabajadores son la construcción, la industria del automóvil, la fabricación y mecanizado de fibrocemento o juntas, la industria textil y transporte, tratamiento y gestión de residuos. Actualmente, está prohibida la comercialización de productos que lo contengan y solo se permite su eliminación.
Castrodeza hizo un llamamiento a la sociedad para que aquellos que ya no están en activo desempleo, incapacidad laboral o jubilación- acudan a las Unidades de Salud Laboral de los Servicios Territoriales de Sanidad para que sean vistos por un profesional. Si éste considera que pueden padecer una patología derivada del amianto los derivaría a la atención primaria y ésta a un especialista. Los trabajadores en activo, que trabajan con amianto, son vigilados por los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales de la empresa.
Actualmente, de los 722 trabajadores pasivos, un total de 546 participan en la estrategia puesta en marcha por Sanidad para impulsar la detección precoz y fomentar la asistencia integral y la mejora de calidad de vida de las personas con problemas de salud relacionados con la exposición laboral a amianto. Así, 176 personas, el 24,24 por ciento, no forman parte del plan de actuación, mientras el 79,23 por ciento (328) ha pasado por las unidades de Salud Laboral y los servicios de neumología.
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Los servicios sanitarios detectaron una patología vinculada con el amianto en el 42 por ciento, es decir, en 138 trabajadores que no están en activo. La enfermedad más frecuente ha sido la aparición de placas de fibrosis pleurales, seguida de las asbestosis, la enfermedad pulmonal de obstrucción crónica EPOC-, la fibrosis pleural difusa con repercusión funcional y la atelectasia redonda. A continuación, se colocan diferentes cánceres como los mesoteliomas o las neoplasias. Entre los activos con enfermedades pulmonares sólo se ha detectado un caso de mesotelioma pleural.
Colaboración la Seguridad Social
Entre las últimas medidas adoptadas por Sanidad, destaca el acuerdo rubricado entre la Consejería y el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) en noviembre. El acuerdo facilitará el reconocimiento de la enfermedad profesional en trabajadores con exposición a amianto. De esta forma, la información recabada por Sacyl será remitida a la Seguridad Social cuando se inicie un procedimiento de evaluación y calificación de una situación de incapacidad temporal -permanente o temporal, de personas que hayan manejado amianto.
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El objetivo, según Castrodeza, es facilitar el reconocimiento de la enfermedad profesional y evitar que el afectado tenga que volver a pasar las mismas pruebas médicas.
Riesgo para la salud
El riesgo que puede entrañar el amianto para la salud se produce por una manipulación incorrecta del mismo, sin las medidas de protección adecuadas. Las fibras de amianto no se evaporan al aire ni se disuelven en agua, pero pueden contactar con el agua y el aire cuando se degradan los materiales que lo contienen o por su manipulación -corte, demoliciones o rotura-. Así, pueden ser inhaladas y depositarse en el interior de los pulmones, y, tras largos periodos de tiempo, resolverse en afecciones como la asbestosis, el mesotelioma o el cáncer de pulmón.
La peligrosidad de las fibras depende de una serie de factores como la concentración de fibras en el aire, las características físico-químicas de éstas (los anfíboles son más peligroso que las serpentinas), el tamaño de los alveolos (las más pequeñas y finas pueden llegar hasta los alveolos más pequeños), el ritmo respiratorio y las condiciones físicas y anatómicas de la persona, el tiempo de exposición, el efecto sinérgico del tabaco y el trabajo sin las medidas de protección adecuadas.
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