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C. A.
Domingo, 17 de enero 2010, 02:21
Uno de los hombres que mejor personificó la Sociedad Económica de Amigos del País, no sólo por haber sido su presidente durante muchos años, sino también por su talante benefactor y patriota, fue don Ezequiel González (1818-1903), ilustre prócer segoviano, cultísimo y devoto viajero, coleccionista de obras de arte y filántropo convencido. Hoy, casi 107 años después de su muerte, continúa en boca de todos gracias a la existencia del paseo de Ezequiel González, pero poco -o nada- se conoce de la vida de este espíritu inquieto que financió de manera desinteresada la apertura y sostenimiento de unas escuelas para niños pobres en el barrio de El Salvador y legó una impresionante colección de objetos de arte, esculturas y antigüedades al Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, actual Mariano Quintanilla. Sólo en el ámbito del instituto, donde se conservan estas obras de arte, las generaciones actuales recuerdan con auténtica devoción a quien deben parte de lo que son.
Ezequiel González de la Bodega nació en 1818, en el seno de una familia de viejos burgueses asentados en el barrio de El Salvador. Ejerció como abogado del Ilustre Colegio de Madrid y llegó a presidir la Diputación Provincial. Liberal de vieja cepa, González encabezó en Segovia la Gloriosa, la revolución que en septiembre de 1868 acabó con el reinado de Isabel II, junto a otros notables progresistas como Valentín Gil Vírseda, Vicente Ruiz, Manuel Entero o su propio hermano Siro Mariano González. Mantuvo una gran amistad con Juan Prim, Práxedes Mateo Sagasta y otros prestigiosos elementos de la revolución. Ya durante el periodo de la Restauración, permaneció alejado de la política activa, dedicando todo el tiempo a su labor al frente de la Económica Segoviana y a viajar por el extranjero, donde tuvo el privilegio de conocer otras culturas y civilizaciones -que se sepa, disfrutó de largas estancias en Italia, Egipto, Turquía y América- y pudo adquirir muchas de las obras que poco a poco fueron dando forma a una notable y variada colección: bustos, esculturas, relieves, armas, tapices, vestuario y otras alhajas.
Fue un firme defensor del patrimonio histórico-artístico segoviano. De hecho, el inicio de la restauración del Alcázar se debió en parte a su empeño y concurso, y no dudó en enfrentarse al Ayuntamiento de Segovia en una furibunda y a la vez brillantísima campaña para salvar la Puerta de San Martín de la demolición, aunque en este caso, sus esfuerzos resultaron inútiles. Desde la presidencia de la Económica, González supo recabar asimismo beneficios para el pueblo segoviano.
Un año antes de su fallecimiento, en 1902, González donó de su peculio 50.000 duros para la puesta en marcha y mantenimiento de una escuela de niños pobres, que abrió sus puertas en la plazuela de El Salvador, barrio donde el filántropo residía. A su muerte dejó como patrono de las escuelas a la Diputación Provincial y legó al instituto de Segunda Enseñanza todas las obras de arte de su propiedad, con el fin de que pudiera constituirse un museo provincial de escultura, el llamado Museo González, y enriquecer así el árido panorama cultural y educativo segoviano. Los fondos del museo se encuentran hoy día en el IES Mariano Quintanilla dispersos en varias dependencias.
Murió el día 6 de noviembre de 1903. El 'Diario de Avisos de Segovia' reprodujo entonces una breve semblanza que ya le había dedicado un año antes con motivo de la apertura de las escuelas en el barrio de El Salvador: «Sus nobles empeños y sus fecundas iniciativas se han dejado sentir varias veces en provecho de los intereses generales de Segovia».
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