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Travesía del Patín, hacia 1930.
Las cuatro calles
CRÓNICAS RETROSPECTIVAS

Las cuatro calles

Nevería, Herrería, Cabritería y Malcocinado, una encrucijada en la vieja Segovia

CARLOS ÁLVARO

Miércoles, 16 de diciembre 2009, 02:13

Hasta la segunda década del siglo XX, las calles Nevería, Herrería, Cabritería y Malcocinado formaban una encrucijada irregular en las inmediaciones de la Plaza Mayor que el vulgo bautizó con el nombre genérico de las Cuatro Calles, uno de los rincones de más tipismo de la vieja Segovia al que se accedía desde la calle Ancha del Parador (actual Colón), a través de la plaza de la Rubia.

El abogado y escritor Mariano Sáez y Romero (1868-1939) reflejó en su libro 'Las calles de Segovia' (1918) la atmósfera cotidiana que se respiraba entonces en este lugar, «un sitio de los más llamativos, por ser plaza [la de la Rubia] de abastecimientos, ocupada en las primeras horas de la mañana por hortelanos con sus hortalizas frescas y frutas y algún puesto de carne, pan y buñuelos al aire libre; también es mercado casi constante de los fruteros de la tierra de Ávila; y sus tiendas son análogas a las que hay en las Cuatro Calles, posadas, tabernas, panaderías, comestibles y así por el estilo; y en la plazuela de la Rubia, como en el Azoguejo, se estacionaban los tipos populares, los hampones, los impedidos, y la hicieron centro de sus burlas y donaires los célebres 'Tonto Lino', 'El tío Pichón', Gregorio 'el enano', 'El Cano', 'Benito el torero', 'Nevao el pajarero', 'Piche', 'Quitolis', 'Perús'...».

La presencia de mercaderes y labriegos dificultaba el tránsito en las estrechísimas Cuatro Calles, pasaje bullicioso de muchos vecinos y transeúntes, pícaros y desocupados, que hacían su agosto al menor descuido; rincón donde, por la noche, bajo la luz mortecina de las candilejas, los ajustes de cuentas y las reyertas eran habituales, tal y como reflejan los partes de sucesos que daban los periódicos.

La calle Nevería, actual Cronista Lecea, partía de La Rubia y terminaba en Herrería, en la esquina de La Oficina. La traza urbana de la zona cambió mucho a raíz de la construcción de la manzana del Juan Bravo, en 1917, y la vía pasó a formar parte del primer tramo de Cronista Lecea en dirección a la plaza. Se denominaba Nevería por la existencia de un comercio en el que se vendía hielo procedente de los pozos de nieve. En el número 1 estaba la posada de La Paloma.

Cabritería enlazaba Herrería con la plazuela del Potro. Situada detrás del Mesón Grande, se distinguía por la presencia de numerosos figones en cuyas puertas se colgaban los cabritos desollados. Su prolongación hacia la calle Melitón Martín se llamaba -y se llama todavía- Herrería, una callejuela oscura plagada de panaderías. Un pasadizo que aún existe permitía entrar en el corralillo del Patín. Allí, en un rincón, estaba la posada del Pan y Medio.

Malcocinado era la cuarta calle en cuestión. Estaba comprendida entre Cabritería y la Plaza Mayor. Tenía el pavimento de baldosas de barro cocido y era una vía popular, muy angosta y poblada de tiendas, tabernas y figones donde comían los labriegos y aldeanos que acudían al mercado de los jueves. Este lugar estaba siempre impregnado del aroma de los pucheros y de los cuartos de asado que se tostaban en los hornos de leña. La calle perdió personalidad con el ensache y pasó a denominarse Cronista Lecea en recuerdo del jurisconsulto e historiador Carlos de Lecea.

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