Negocio por los pelos
Un empresario español compra cabello por todo el mundo para hacer pelucas. Se llama Justino Delgado. Su alias, 'El Melenas'
ESTER REQUENA
Martes, 8 de diciembre 2009, 10:07
Las llaves de Justino Delgado abren cada día el mayor almacén de pelo humano que hay en Europa. «Y casi en el mundo», puntualiza este pequeño gran hombre de poco más de metro y medio de estatura al que en su pueblo, Campaspero, en Valladolid, todos llaman 'El Melenas'. Su empresa, situada en Carabanchel (Madrid), guarda a buen recaudo casi 80.000 kilos de cabello. Rubios, morenos, pelirrojos, canos... los tiene hasta de 120 centímetros de largo. Él los compra en cualquier rincón del globo, los prepara dándoles todos los mimos posibles y después los vende al por mayor a fábricas nacionales y extranjeras de pelucas, extensiones, bisoñés... El negocio va viento en popa a pesar de la crisis.
«Donde faltan garbanzos, ahí hay pelo». La frase de cabecera de Justino, de 69 años, le ha llevado al éxito. Y la fórmula mágica le sigue funcionando después de medio siglo al pie del cañón. Si en la década de los setenta fueron Castilla y Andalucía sus principales suministradores, ahora Indonesia, la India y China ocupan los primeros puestos del ránking, lo que confirma que la pobreza es buen caldo de cultivo para criar melenas.
España no entra en el 'top ten', aunque la crisis aprieta y cada vez más españoles le ponen precio a su cabellera. A su puerta llama una media de cinco personas a la semana. Antes sólo se acercaba una al mes. Aun así, lo suyo no suelen ser los tratos con particulares, «porque ellos sólo me pueden ofrecer 40 ó 50 kilos y yo necesito miles», explica. Su mercancía proviene en su mayoría de peluquerías e intermediarios especializados, principalmente extranjeros que, como mínimo, le proporcionan dos o tres toneladas de pelo de una tacada. Sólo en un día pasan por sus manos más de mil kilos de pelo que luego darán vida a cualquier tipo de postizo 'made in Spain, USA o Germany'.
Pero, ¿cómo conseguir unos euros extra por los pelos? Como en cualquier negocio, siempre hay una pega. Porque una cosa es tener cabello para vender y otra que te lo compren. No vale con ir al peluquero y que nos guarde las puntas abiertas en una bolsa. El pelo debe ser virgen, es decir, que no esté teñido, decolorado o permanentado. «A las españolas les encanta echarse cosas y estropeárselo», lamenta el rey del mechón. Segundo requisito: 30 centímetros de largo como mínimo, una buena melena que supere ampliamente los hombros. A partir de ahí se habla de precio. No se paga lo mismo por una cabellera china, india o rusa. Tampoco por un pelo de 40 centímetros o de un metro. El cheque oscila entre los 200 y 500 euros el kilo, aunque en casos especiales se puede llegar hasta los 1.000. Cifra casi imposible de lograr en nuestro país. De una buena cabellera sólo salen unos 200 gramos de media.
El albino, el más deseado
El pelo más cotizado para pelucas es el europeo. «Es el mejor, el más fino, pero también el más caro; cada vez hay menos que se ajuste a nuestras exigencias», revela Justino desde su despacho, una peculiar oficina 'decorada' con mechones, colas y trenzas de todos los colores y formas. En su amplio catálogo, no falta el rubio platino, o más bien albino, el color más deseado por la complicación de encontrarlo en estado puro. Al Melenas hay pocas cabelleras que se le resistan y, si es necesario, va personalmente a por ellas. Kilómetros le sobran para dar la vuelta al mundo unas cuantas veces. Australia es el único país que le falta por explorar capilarmente. Hasta con los ojos cerrados sabe diferenciar de dónde viene un mechón. Después de tantos años en el negocio, de manejar tantas texturas y comprobar el volumen de tantos pelos, sólo le falta comérselos. «Antes que tener dinero en el banco, prefiero comprar pelo; es mi seguro de vida», comenta con orgullo. Un paseo por su nave deja palpable su gran inversión, porque no queda un hueco para más cabello. Es como entrar en una gran torre de babel... peluda. ¡Los hay hasta de Siberia!
Las baldas de las estanterías se renuevan constantemente. Una vez que llega el pelo a su 'almacén de cabello humano' -como se le conoce- tarda poco en volver a salir a un nuevo destino. Al extranjero viaja el 90% de sus adquisiciones, principalmente a empresas de Estados Unidos. Este es el secreto de que la crisis no le esté pasando factura. «Y nunca fío», apunta entre risas.
Los mechones que salen de su negocio, en Carabanchel, poco tienen que ver con los que llegaron. «De un pelo negro liso puede salir uno rubio rizado». Casi por arte de magia. Lavar y desinfectar con productos especiales que eviten la putrefacción y luego peinar a mano concienzudamente son los pasos anteriores a teñirlo con el color que el cliente haya pedido. Todo gracias a unas máquinas «secretas» que él mismo ha diseñado. Justino deja los pelos listos para que otros fabricantes y peluqueros den forma al postizo. El cabello natural tratado se convierte así en un producto de lujo que se vende muy caro. Una peluca cuesta unos mil euros. «Es algo para toda la vida y hay que pagarlo», se excusa. Su mejor carta de presentación es una trenza de 1933, una reliquia que está «como si se hubiera cortado hace diez días».
Justino se cruza por la calle a diario con miles de pelucas y extensiones, «¡porque hay muchas más de lo que pensamos, eh!», exclama. Y es que a él pocos le pueden tomar el pelo: «Soy el jefe de la banda».
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