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V. M. V.
Viernes, 27 de noviembre 2009, 02:37
Esto lo coge Dan Brown y se monta una conspiración en toda regla. ¿Por qué? Porque la historia del Arco de Ladrillo está llena de curiosidades, de lagunas bibliográficas y de inexactitudes históricas que trenzadas con un poquito de habilidad pueden desembocar en un 'best seller'. Falta un asesinato, pero habrá que dejar algo para la inventiva. Por si alguien se atreve (y por si Dan nos está leyendo), ahí van unos cuantos mimbres con los que trenzar la historia.
Para empezar, el arco no es simétrico. Ni mucho menos. Una de sus bases mide 6,50 metros de ancho y 2,60 metros de alto. La otra base es más ancha (6,62 metros) pero también más baja (1,71). Parece que, según el proyecto, debían ser iguales, pero los «errores de replanteo de la cimbra durante su ejecución y los pequeños ajustes tras el descimbrado dieron lugar a su apariencia actual». En total, la estructura pesa unas 800 toneladas y está compuesta por 147.276 ladrillos (de los cuales, 34.680 son visibles y el resto, una estimación de los que hay en el interior). Cada uno de ellos mide 22,2 centímetros de largo, 14 de ancho y 5 de alto. Hay más datos, confirmados este año. La luz entre arranques es de 30 metros (y no de 23, como aparece en buena parte de los libros) y el radio de curvatura central, de 23 metros.
Vale, ¿pero cuándo se hizo? Es complicado poner el dedo en un calendario y acertar. Aunque hay fechas que permiten estrechar el cerco. Parece que no se pudo empezar antes del 17 de diciembre de 1857 porque fue entonces cuando se hizo la cesión de terrenos por parte del Ayuntamiento para las vías y la estación. Pero está documentado -por un artículo en el diario La Época- que el 12 de febrero ya se habían iniciado los trabajos porque «se están acopiando materiales para construir en la carretera de Madrid un arco grande, de piedra y ladrillo, y 110 pies de luz». ¿Y por quién? Todo apunta a un nombre, al ingeniero francés Desiré Jules Lesguillier, que en esa época trabajaba en Valladolid para la Compañía Crédito Mobiliario, y a quien se le conceden importantes competencias como «proyectista de puentes». Parece claro que el arco habla francés, puesto que el trazado del trasdós e intradós fue utilizado por primera vez en Francia. Si Lesguillier fue el autor -aunque hay más nombres en las quinielas-, el constructor podría ser otro hombre, Joaquín Fernández Gamboa, un empresario vitoriano con almacenes junto al arco y vinculado a la construcción. Un artículo de EL NORTE publicado el 6 de julio de 1858 parece defender la teoría más factible (según los ingenieros burgaleses), aquella que dice que el arco se hizo para demostrar la idoneidad del ladrillo como material de construcción frente al acero.
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