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MARÍA DOLORES ALONSO
Viernes, 11 de septiembre 2009, 03:54
El caso es que las estrellas estaban ahí desde principios del XVII, cuando el Duque de Lerma -valido de Felipe III, el rey que por entonces veraneaba en el Palacio de la Ribera- las mandó colocar como fondo ornamental en la parte superior de la fachada de San Pablo por formar parte del escudo de su familia materna; pero las capas sucesivas de pátina, polvo, grasa, mugre y guano de paloma (estudiadas con mucho detalle por la cátedra de Petrología de la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid durante la restauración) las había hecho invisibles a mis ojos y ahora, al pasar por la plaza de San Pablo camino de la Sala Borja, me sorprendieron como si fueran algo nuevo y resplandeciente.
Al final de la representación de «Llama un inspector», mientras escuchaba el alegato del Inspector Goole sobre lo detestable del egoísmo capitalista y la necesidad de ser solidarios para lograr un mundo algo mejor, recordé la entrevista de Toño Corbillón a dos enfermeros vallisoletanos que llevan más de diez años como cooperantes por el medio mundo menos afortunado. Me pareció que Cristina Pino y José María Bruscas eran dos auténticas estrellas que hemos tenido cerquita sin enterarnos. Como Carlos Burguillo, buena estrella del teatro aficionado de Valladolid, que puede verse varias veces al año en la penumbra de la Sala Borja.
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