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MARÍA DOLORES ALONSO
Viernes, 4 de septiembre 2009, 03:33
Ala vuelta de vacaciones, sentí que había envejecido por un dolor intenso en los cuádriceps al pedalear; sin embargo, cuando enganché el candado en la tija, noté el sillín algo bajo y, con sólo levantarlo a su posición correcta, recuperé la juventud perdida. Así que esa tarde todo me parecía cuestión de medidas, y acudían a mi memoria lecturas antiguas y actuales sobre los cánones de belleza de los griegos, las proporciones adecuadas de la arquitectura y el juego medido de sonidos, acentos y pausas que dan belleza a la poesía y a la música.
Con estos pensamientos numéricos llegué al cruce de la carretera de Segovia con el hospital Del Río Hortega, y la desmesura de las sillas de Mariscal me recordó otros dos errores de medida que han situado a este armonioso edificio entre las noticias del descontento: el precio de pijos que Dios sabe quién ha ideado para un aparcamiento destinado a personas normales en situación de apuro; y la poca flexibilidad de quien no cambió los objetivos de productividad en un año de mudanza, provocando las iras de algún sindicato por el temido recorte en el sueldo.
Otras veces ocurre a la inversa, como en la Escuela Internacional de Cocina: sólo hay medidas -de solar vacío y de tiempo transcurrido-, esperando un futuro de sentido que por fin empieza a perfilarse.
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