FRANCISCO GÓMEZ
Viernes, 4 de septiembre 2009, 03:33
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Si usted ha escuchado alguna vez la expresión ser más simple que un botijo, vaya olvidándola. En la sala de exposiciones de Santo Domingo de Salamanca está la prueba. En 83 botijos cabe todo un mundo de variedad, imaginación y fantasía que pone de manifiesto que hacer un botijo no es nada sencillo.
La evidencia es posible gracias a la colección de Alfonso Llanos Grande, un químico salmantino que ha dedicado más de 40 años de su vida a recoger botijos de todo tamaño y condición. «No he seguido un criterio de coleccionista, he comprado los que me han llamado la atención o simplemente me han gustado», advierte.
Y el resultado es todo un éxito porque la exposición, que selecciona sólo una pequeña parte de todo su 'tesoro', pone de manifiesto que los botijos pueden ser esféricos, alargados, chatos, de aro, de arcilla roja, de cerámica blanca o negra o decorados de la forma más caprichosa imaginable. Entre la parte más llamativa de la muestra está sin duda la dedicada a los 'botijos trampa', todo un alarde de los alfares que sustituyen la estructura habitual por un auténtico maremagnun de bocas y pitorros que desafían la pericia del bebedor, ya que el agua sale por uno solo, pero lo difícil es saber por cuál. «Es como una ruleta rusa, pero con agua», ironiza el coleccionista. Y hablando de pitorros, los alfareros tampoco se han resistido a las comparaciones inevitables. Así que es fácil imaginar por dónde hay que beber en uno de los botijos antropomorfos que presenta como motivo la enhiesta estampa de un torero citando a su rival.
Procacidades aparte, la exposición presenta auténticas obras maestras del arte del botijo, con piezas cargadas de decoración y simbología del mundo rural de la siembra, la siega y la parva, como la que hizo a los 95 años el tío Quico, maestro de Tamames, poco antes de morir y que es una de las estrella de la muestra.
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Todo un mundo ahora arrinconado por los frigoríficos de forma un poco incomprensible, relata el coleccionista, porque «los botijos los puedes llevar a cuestas, no consumen kilowatios, no producen CO2 y encima son más saludables». El botijo, ese complicado misterio.
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