«La familia es un microcosmos que tiene todo lo bueno y lo malo»

Ha pasado medio año de cara a la galería, expuesto a los lectores no desde la página sino desde la conferencia, la firma de ejemplares, el directo. Es una de las consecuencias de quedar finalista del Nadal. Rubén Abella (Valladolid, 1967) la ha vivido «con cautela y alegría». Cautela «porque te puede llevar por caminos que no te interesa» y alegría «porque las cosas han ido bien y sabes que es pasajero, que se acaba». A pesar del maridaje público con la ganadora, Maruja Torres, y la intensidad de estos meses «he luchado por mantener mi espacio, por vivir como lo hacía antes del premio».

Y ahí sigue, al pie del teclado. Por la mañana escribe y por la tarde corrige, «en un proceso un poco frustrante porque parece que no hay avance», aprovechando la calma de Madrid. Precisamente esta ciudad es la protagonista de una colección de 150 microrrelatos que terminó casi a la vez que corregía su último libro galardonado 'Libro del amor esquivo'. «Vivo dos ritmos distintos el de la producción y el de la publicación. No sé cuando saldrá como libro. He publicado un par de adelantos en distintos sitios. Y en octubre Páginas del Espuma sacará la segunda edición de 'Por favor sea breve', realizada pro Clara Obligado, y allí irá otro mío», explica el autor de 'La sombra del escapista'. El volumen de relatos se titula 'Los ojos de los peces'. Abella ganó el premio NH con 'No habría sido igual sin la lluvia', una colección de postales en las que invitaba a un viaje distinto en cada media página. El escritor vallisoletano espera ver publicado el volumen completo ya que las bases de aquel concurso le obligaban a enviar un tercio de lo que tenía escrito. Recoger el galardón de manos de Vargas Llosa hizo menos doloroso el libro demediado.

Ahora, Rubén trabaja en la su siguiente novela que publicará Destino. «Es una historia de familia, la familia es el mundo, un microcosmos que sea como sea -grande, pequeña, rica o pobre- tiene todo lo bueno y todo lo malo, por eso está presente en casi todos los literatos». El también fotógrafo ha aparcado la cámara «porque no tengo energía. Admiro a la gente que puede hacer muchas cosas a la vez, yo no. No es tanto cuestión de tiempo, como de energía».