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MARÍA DOLORES ALONSO
Viernes, 14 de agosto 2009, 03:07
Durante una temporada me intrigó dónde iban a parar los millones de tapas de bolígrafos Bic que se pierden en oficinas, casas y colegios de todo el mundo y que desaparecen sin dejar rastro. Tenía el convencimiento de que deberíamos encontrarnos montones de esas caperuzas por todas las esquinas de la vida.
Me ha recordado este pensamiento un correo electrónico algo apocalíptico que circula por Internet denunciando con una serie de fotografías muy gráficas la contaminación brutal que producimos al utilizar con demasiada prodigalidad las bolsas de plástico de los supermercados. También es verdad que otro correo electrónico no menos famoso refleja de forma magistral lo agobiante que puede llegar a ser una vida llena de prácticas 'saludables' que acogotan la energía de las personas desde que se levantan hasta que se acuestan exhaustas.
En un sabio término medio entre la despreocupación inconsciente y la obsesión enfermiza, un número creciente de personas de mi barrio han recuperado para la compra las bolsas de tela que hacían nuestras madres. Pequeños gestos con los que iremos disminuyendo la irracional cifra de 10.500 millones de bolsas de plástico que endiñamos los españoles al medio ambiente, agravados por las 440.000 toneladas de CO2 producidas al fabricarlas.
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