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Conjunto monumental de Támara de Campos, adornado con palomares. / FOTOS DE GONZALO ALCALDE CRESPO
El emblema de Támara
PALENCIA

El emblema de Támara

La torre de cuatro cuerpos de la iglesia de San Hipólito es conocida como 'la moza de Campos'

GONZALO ALCALDE CRESPO

Miércoles, 12 de agosto 2009, 03:06

Viejas tierras son las de Támara de Campos. Por aquí quedan ecos de batallas y peleas a mandobles y lanzadas, pues en su término se asegura que se enfrentaron en la famosa batalla de Tamarón (otros la sitúan en el termino de Castrojeriz) en el año 1073, las huestes de Fernando I de Castilla contra las de Bermudo III de León, perdiendo en ella el leonés «su reino, su caballo Pelayuelo y su vida», y sellándose de forma tan trágica la definitiva unidad castellano-leonesa.

Cincuenta y cuatro años después, en 1127, Támara volvió a ser un hito histórico, ésta vez mas pacífico, ya que en ella se celebran las 'Paces de Támara' entre Alfonso VII de Castilla y León y Alfonso I de Aragón.

Hoy, el paisaje es más tranquilo, sosegado y ameno, pues en él numerosos y variopintos palomares hacen estampas para que los fotógrafos nos volvamos locos enfocando nuestros objetivos a los cuatro puntos cardinales.

Pero lo más atractivo de Támara no lo vamos a ver por sus arrabales ni muchos menos. Tendremos que entrar dentro de su antigua puebla medieval por el Portillo del Caño y por la bien urbanizada calle del mismo nombre ascender hasta su catedralicia iglesia de San Hipólito el Real. Allí, casi pegada a ella -pero como queriendo destacar más por estar en un teso más alto- está la menuda y románica de Santa María del Castillo, junto a la que existiera un hospital y hasta algunos aseguran que un castillo. Por ello, esta pequeña iglesia conserva esa advocación, que según parece perteneció a los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén.

Como quería conocer y saludar a la alcaldesa de Támara, María Concha Gallardo García, me fui directo hasta la afamada y emblemática iglesia de San Hipólito, pues me habían asegurado que allí la encontraría sin excusa, ya que a este soberbio edificio sacro tiene casi dedicada su vida, pues, como me asegura, está incrustado «en el corazón de los pocos que vamos quedando».

Con ella y un reducido grupo de visitantes madrileños -algunos de ellos ya es la tercera vez que vienen a visitar el templo, como Araceli Gallego, profesora de la Universidad Complutense de Madrid-, recorro esta gran mole arquitectónica de San Hipólito, catalogado como bien de interés cultural. Cosa que no me extraña, pues está considerado uno de los mejores ejemplos de la transición del estilo gótico al renacimiento, y uno de los edificios señeros del arte sacro terracampino.

Su interior es una maravilla del gótico y del plateresco, con una planta de tres naves que sustentan bóvedas de crucería. Numerosas son las obra de arte que dentro se albergan, destacando su retablo mayor del siglo XVII con escenas de la vida de San Hipólito, San Juan y otros santos, la rejería plateresca, los relieves de la vida de San Hipólito, dos esculturas góticas de la Virgen con el Niño, el púlpito gótico con tornavoz plateresco, la sobredimensionada pila bautismal de alabastro y la sillería y facistol del coro, obra de Hernando de la Nestosa.

Casi pegada a la escalinata gótico isabelina de acceso al coro, veremos una monolítica columna exenta, que sustenta una magnífica tribuna sobre la que se instala el excelente órgano barroco construido en 1733 por Pedro Merino de La Rosa y Antonio Ruiz Martínez (1785), y que ha sido recientemente restaurado.

Se me olvidaba contarles que la imponente torre de cuatro cuerpos, conocida popularmente como 'la moza de Campos', es posterior, ya que la original se derrumbó a mediados del siglo XVI, aunque no desmerece de este imponente y bello conjunto monumental palentino.

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