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Bruce y su inseparable Fender./ REPORTAJE GRÁFICO DE GABRIEL VILLAMIL
Cuando el rock es verdad
BRUCE SPRINGSTEEN ROY BITTAN STEVE VAN ZANDT NILS LOFGREN CLARENCE CLEMONS

Cuando el rock es verdad

Más de 30.000 personas se sacuden el gafe de Valladolid para los grandes conciertos gracias a la actuación generosa, sincera y poderosa de Bruce Springsteen

J. M. CILLERO

Domingo, 2 de agosto 2009, 04:19

Cuando después del pasodoble al acordeón que se marcó Roy Bittan, Bruce Springsteen inició, a las 21.20 de la aún tarde soleada, su actuación con 'Badlands', no sabía que estaba haciendo historia. Seguramente el Boss se entregó ayer a fondo en el estadio José Zorrilla por pura profesionalidad, por coherencia y por sinceridad, pero lo que seguramente ignoraba es que además estaba contribuyendo decisivamente a que la ciudad perdiera el complejo ese que le hacía fallar en las grandes citas musicales.

Por fin. Doce años y algunos intentos más o menos acertados después, Valladolid consiguió ayer vivir una noche de rock de estadio, pero de verdad, con delirio, con física y química, con auténtica comunicación del escenario a pista y gradas y de éstas a aquél, con esa sensación rara pero reconfortante que muy pocas veces le hace a uno decirse en bajito días después, satisfecho y nostálgico: «Yo estuve allí, hice Historia».

Cercano, sencillo, generoso, entregado, humilde, trabajador, profesional, comprometido cariñoso. Un virtuoso capaz de acercarse desde el respeto a cualquier género, soul, rock sureño, power pop, rhythm and blues y salir airoso, hacerlo suyo, darle su sello. El jefe hizo un repaso a su discografía de todos los tiempos, una selección de temazos elegidos con una mezcla de la sabiduría de alguien que lleva 30 años sabiendo llegar a los gustos de mucha gente y el acierto de un artista que ha sabido evolucionar coherentemente sin dejar de inverntarse a sí mismo.

'No surrender', 'Hungry Heart', 'Outlaw Pete', canciones que están escritas con 20 y 30 años de diferencia unas de otras, eran administradas con mucha maestría (con buen sonido a partir el sexto tema) y recibidas con júbilo por más de 30.000 personas entregadas a su autor. Un público tan deseoso de participar del show, que celebró con una ovación cerrada cada escalada de los técnicos a lo alto del escenario o que incluso aplaudió con entusiasmo el planeo de una cigüeña sobre el estadio apenas 20 minutos del inicio del concierto.

Lo de ayer fue en un estadio, pero bien podría haber sido en una plaza de toros. Porque, como en los toros, sólo en el rock -pero, señores, el Rock- todo es verdad, todo es auténtico, con independencia de los watios, de las pantallas gigantes de video y del resto de artificios. Y es que Anton Corbijn puede diseñar la mejor escenografía del mundo y ponerla en manos de gente con las tablas de Depeche Mode, de U2, o de quien sea, para lograr un espectáculo audiovisual acorde al siglo XXI, pero el rock de verdad al final sale de las tripas y cuando se hace bien llega a todos. Como llegó Springsteen en sus innumerables bajadas al 'pit', a esa ayer más que nunca envidiada primera fila de público que pudo tocar al Jefe, que desde el minuto 1 buscó el calor y la complicidad del públco.

Por cierto que en una de esas aproximaciones, la mano del de Nueva Jersey. mientras sonaba 'Raise your Hand', chocó con la de Alberto Gutiérrez Alberca, viceconsejero de Cultura, para que luego digan que la clase política no ve las cosas desde el prisma de la gente de la calle.

Peticiones de cartón

Hacia el ecuador del espectáculo, eun uno de sus paseos al borde de la pista, Springsteen fue recogiendo pancartas, siemples cartelas con peticiones de canciones que la gente le mostraba. Las recolectaba sonriente y se las llevaba al escenario. Las fue cantando después.

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