Secciones
Servicios
Destacamos
MARÍA DOLORES ALONSO
Viernes, 31 de julio 2009, 03:28
Hoy se van de Valladolid los autómatas de la Casa Lis, que han enseñado en el Monasterio de Prado cómo tocaban un violín, hacían equilibrios en una escalera o bailaban al son de su pandereta para hacer las delicias del 'buen burgués' de finales del XIX y principios del XX.
A pesar de la belleza de sus rasgos y del ingenio de sus mecanismos, me han dejado un sabor a tristeza, quizás porque yo ya iba a la exposición como otro autómata, que pedalea sin que el cerebro dirija sus piernas y sin que el aire refresque su cara; no lograba conectar con esos burgueses felices del pasado, consternada por la desgracia de los burgaleses que anteayer sufrieron el sinsentido del terrorismo. Me vienen a la memoria las mil veces que habré pasado por delante de la casa cuartel de Burgos, al entrar a la ciudad desde la carretera de Santander.
Y me pregunto si a esos degenerados que colocan explosivos para matar a niños y mujeres -y a los que pretenden justificar el asesinato mondo y lirondo- les habrán sustituido el cerebro por una bola de papier maché y las entrañas por un amasijo de rodillos y engranajes. Me consuela una vez más el comisario Valtodano de Jiménez Lozano, y la seguridad de que el agua que saquemos cada día con la noria de la convivencia en libertad es la única arma contra esa locura.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.