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Palomares, dentro del entramado urbano.
Castrillo y Villavega
PALENCIA

Castrillo y Villavega

El Puente Canto, que se reemplazará por uno nuevo, pone en comunicación a las dos poblaciones

GONZALO ALCALDE CRESPO

Miércoles, 15 de julio 2009, 03:07

Me habían dicho que los abuelos emigrantes cada vez retrasan más la llegada al pueblo para pasar el verano. Y es que, como ejercen de canguros de los nietos en sus ciudades de origen, sólo pueden regresar a sus pueblos cuando a los hijos les dan las vacaciones. Y también me dicen que hay quien se los trae con ellos, pues sus padres, por motivos laborales, se las ven y se las desean para cuidarles.

No digo yo que lo de cuidar a los nietos sea lo mejor que le pueda pasar a un abuelo, pero sí que creo que puede ser lo mejor que le pase a su nieto. Pues de esta forma, ese chaval o chavala no se desarraigará de lo que fue el solar de sus mayores. Y es muy posible que con el tiempo continúe manteniendo relación con un entorno que, aunque no le vio nacer, sí que se quedará grabado en su memoria, que -como dijo el poeta- «es el único paraíso del que no podemos ser expulsados».

Todas estas elucubraciones se me han venido a mi personal paraíso de la memoria cuando he visto en Castrillo de Villavega a un abuelo que casi desgañitándose decía a su nieto 'Eneko, no te subas al castillo, que te vas a caer'. Tarde llegaban las recomendaciones del abuelo, pues el chaval ya iba delante de mí, camino de encaramarnos los dos a las melladas ruinas de lo que debió ser la torre fuerte que dio nombre a la villa y que en los documentos antiguos figuraba como Castellum de Villalega.

Desde ellas, se domina una buena panorámica sobre el caserío del pueblo, así como sobre la vega del río Valdavia, que con sus aguas separa la población cabecera de Castrillo de la de Villavega, su pedanía aneja, que se instala en la margen contraria. Hay quien asegura que ésta fue la más antigua poblada o por lo menos eso me aseguran cuatro vecinos a los que tiro una foto, pues dicen que siempre en los periódicos salen los de Castrillo y nunca los de Villavega.

Hoy, a las dos poblaciones las sigue poniendo en comunicación, que no separando, el conocido Puente Canto, que dentro de poco será reemplazado porque se ha quedado viejo y estrecho para el tráfico rodado por otro que está en construcción.

Aunque Castrillo de Villavega no es un pueblo grande, varios serán los entornos urbanos y monumentales que merecerán nuestra atención. Su amplia, diáfana y bien urbanizada Plaza Mayor, donde se conserva parte de su antiguo porticado y una de las viviendas con la fachada más estrecha que uno pueda haber visto. A la parroquia de San Quirico se llega por la calle de la Iglesia, donde veremos que el actual templo seguramente reemplazó a otro más antiguo, que era románico, como lo atestigua su portada de ingreso. En su interior sobresalen sus ocho retablos, muchos de ellos barrocos, destacando el del altar mayor dedicado al niño patrón, así como su gran pila bautismal renacentista y un buen tríptico de tablas flamencas con escenas de la Pasión de Cristo.

Si encaminamos nuestros pasos hasta Villavega para visitar su iglesia parroquial de San Andrés, el pequeño artesonado del pórtico y el curioso osario que está unido a ella, antes de abandonar Castrillo, veremos casi pegadas la una a la otra las ermitas de la Virgen del Camino y la del Santo Cristo, y en las eras del pueblo, la de San Sebastián, que ya no ejerce como tal aunque conserva su espadaña de ladrillo.

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