Valladolid, Velicia y Las Edades del Hombre
MIGUEL MARTÍN LUQUERO
Martes, 14 de julio 2009, 03:29
C on todos los respetos para quien proceda, sin el menor espíritu de animadversión para con otros conciudadanos, me parece preciso, a propósito del contencioso que últimamente se ha suscitado sobre la sede de Las Edades del Hombre, decir que su localización debe seguir siendo el Monasterio de Valbuena, y que lo contrario sería una tergiversación de los fines iniciales propuestos. Tergiversación pura y dura.
Dicho esto, dotar a Zamora de otras instalaciones sería no solo oportuno, sino también gratificante, y a ningún vallisoletano creo que le debe parecer mal. Pero repito que siempre partiendo de la idea inicial. Una serie de postulados van a hacerlo inteligible.
El sueño de Velicia. Hablar de Las Edades del Hombre es hablar de José Velicia y de su sueño. Sacerdote nacido en Tordehumos (Valladoldi), a José Velicia se le recordará siempre como el creador y artífice de Las Edades del Hombre, el proyecto cultural más importante de finales del pasado siglo en España. Su muerte, prematura e inesperada, no puede obviar que la restauración del Monasterio de Santa María de Valbuena se debe a su impulso creador y vitalista, sacándolo del abandono y de la ruina. De hecho, cuando se planteó buscar una sede para la Fundación, Valbuena se convirtió en una constante, porque, lejos de limitarse al montaje de las exposiciones, había en el horizonte un programa de gran calado que requería una buena infraestructura. José Velicia concibió algo más importante que la propia restauración del Monasterio. Lo suyo fue todo un proceso de revitalización. Velicia quería abrir un espacio de alto valor histórico, artístico espiritual, y el proyecto para Valbuena huyó de la utopía y avanzó desde una realidad incuestionable, Las Edades del Hombre, para lo que era imprescindible una sede estable.
Filosofía. José Velicia llenó de contenido el proyecto y el diseño de los programas a desarrollar por la Fundación, que fueron el espacio monumental y museístico, el centro de investigación y documentación, el observatorio del patrimonio de la Iglesia, el centro de restauración y creación artística, el centro de difusiones y publicaciones y el centro de formación y reflexión. Dicho esto, interesa recordar que también en Valladolid, y concretamente en Alcazarén, en 1986, al calor de una chimenea, se gestaron Las Edades del Hombre, en una conversación que mantuvieron el sacerdote José Velicia y el escritor José Jiménez Lozano. Velicia, según recordó el autor de Guía espiritual de Castilla, acababa de llegar de Barcelona, donde había visto una exposición de joyas artísticas, pero como amontonadas, con un excelente pero frío criterio académico. El escritor José Jiménez Lozano se planteó entonces qué se podía hacer en esta tierra nuestra para mostrar su patrimonio artístico. Tales fueron los orígenes de aquel medio sueño, medio invento, que consistió en sacar a la calle pinturas, esculturas y enseres litúrgicos. También en Valladolid el proyecto cobró forma el 30 de octubre de 1987 con la firma, en el Salón del Trono del Palacio Arzobispal, de un convenio de colaboración entre las diócesis de Castilla y León y Caja Salamanca (hoy Caja Duero).
Personas implicadas. Pronto la idea fue creciendo en José Velicia, quien tuvo la necesidad de compartirla con sus amigos, todos ellos desde Valladolid. Con el apoyo de Jiménez Lozano, otros muchos le ayudaron en sus horas bajas, cuando no conseguía apoyos económicos, hasta que un hombre de visión certera, Sebastián Battaner, lo vio y creyó en él. Al ir madurando ideas, fue Isaías Paredes, arquitecto del Ayuntamiento y amigo suyo, el que le orientó hacia Pablo Puente Aparicio, arquitecto experto en arte. Después completaría la terna Eloísa García de Wattemberg como directora del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. La implicación de José Velicia fue siempre de dimensión espiritual, y así lo hizo constar en el momento de presentar la primera exposición en Valladolid.
Soporte jurídico. Verificadas las primeras exposiciones en Valladolid y Burgos, en diciembre de 1990 Velicia emplazó a los miembros de la Comisión de Gobierno a reflexionar sobre la conveniencia de dar un soporte jurídico a Las Edades del Hombre, adelantando la fórmula de una fundación como la más apropiada para dotarla de estructura legal. Preparando la exposición de Amberes, el doce de mayo de 1995 consiguió que se constituyera en Valladolid la Fundación de Las Edades del Hombre. Para ello había que contar con un lugar adecuado desde donde ser irradiase la grandeza del arte y la religiosidad del pueblo castellano y leonés, para lo que puso sus ojos en el arruinado Monasterio de Santa María de Valbuena, propiedad de la diócesis de Valladolid. No fueron pocas las dificultades que encontró, particularmente de tipo económico, pero su tenacidad y su visión consiguieron interesar al propio presidente del Gobierno.
El convenio. El presidente del Gobierno, entonces José María Aznar, sabía las posibilidades de Valbuena, y le convocó con su equipo a una reunión de trabajo en el Palacio de la Moncloa. El compromiso quedó sellado en aquella reunión, donde Aznar encargó al entonces Secretario de Estado del Ministerio de Cultura, el vallisoletano Miguel Ángel Cortés, que iniciase los trámites oportunos para encontrar el dinero necesario para la Fundación. Miguel Ángel Cortés se puso a trabajar con celeridad, y pronto anunció que el 60% de los 1.500 millones de pesetas del presupuesto se financiaría con fondos Feder, la Junta de Castilla y León correría con otro 20%, y lo restante se comprometió a aportarlo Caja Duero, cuyo presidente, Sebastián Battaner fue uno de los asistentes.
No se trata, pues, de inventarse nada nuevo, sino que, en virtud de la filosofía de Las Edades del Hombre, su proceso de gestión, las personas implicadas y el soporte jurídico, nada de lo inicialmente creado puede ni debe modificarse.
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