MIGUEL A. PINDADO
Domingo, 31 de mayo 2009, 19:30
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¡Campeones de la Recopa de Europa! Por fin, Valladolid cuenta con un título europeo en sus vitrinas. Por fin, el Pevafersa se sube al olimpo de los elegidos, al podio de los mejores del continente y entra por derecho propio en el palmarés de los campeones.
Con sufrimiento, con mucho sufrimiento, con infinito sufrimiento los hombres de Juan Carlos Pastor se alzaron con el título más deseado y ansiado en el historial del club: el título europeo que se le había negado en otras cinco finales.
Y no podía ser de otra manera después de una trayectoria tan amarga en competiciones europeas donde ya se había convertido en costumbres tener la miel en los labios y acabar viendo cómo el rival se llevaba el trofeo.
Con el apoyo incondicional de más de siete mil aficionados que no cesaron de apoyar a su equipo, el Pevafersa supo aguantar los malos momentos sobre la pista, sobreponerse, volver a remontar y defender a muerte los últimos doce segundos.
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Porque no cabe duda de que una década de historia, una mano de finales perdidas, el trabajo de todo un club desde que se perdiera la última oportundidad allá por el 2006 quedaron suspendidas en el aire, flotando como fantasmas por encima del pabellón Pisuerga duarante esos doce interminables segundos.
Esos doce segundos en los que los alemanes dispusieron de un lanzamiento para empatar el partido, aguar la fiesta vallisoletana y hundir en la depresión a todo un club. Esos doce segundos en los que los germanos jugaron con siete hombres de campo contra cinco del Pevafersa en busca de ese lanzamiento definitivo que cercenase la ilusión de toda una ciudad.
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Pero precisamente en los momentos difíciles, en la necesidad, en la precariedad es donde el BM Valladolid ha sabido moverse y sobrevivir durante muchos tiempo. Y cuando las cosas estaban peor, más resistencia, mejor defensa, más fortaleza y más ganas le echaron los hombres de Pastor para impedir que los alemanes siquiera se atreviesen a lanzar. Incluso dispusieron de una nueva ocasión, ya con el reloj a cero. Pero para entonces la historia ya estaba escrita y en el trofeo de la Recopa la inscripción ya rezaba: «Pevafersa Valladolid ¡Campeón!»
El pitido final apenas se oyó. No hacía falta. Todo el pabellón estalló al unísono y los aficionados invadieron la cancha al grito de «¡campeones, campeones!». Por fin, diez años después de aquella primera final con el Magdeburgo; por fin, después de cinco finales perdidas; por fin, después de cinco subcampeonatos, el Pevafersa Valladolid tocaba el cielo con su primer título europeo.
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Partido de nervios
La responsabilidad de una final europea, y encima en casa, pesa mucho, lo mismo que la biografía del club. Quizás por ello los inicios del partido no fueron muy buenos salvo en defensa, donde el equipo de Pastor se aplicó con especial intensidad todo el choque. Hasta el minuto 9 la Recopa no estuvo en manos del Pevafersa (4-3) y en el arreón final de la primera mitad, el conjunto vallisoletano aprovechó una superioridad para marcharse al descanso con 15-10 que parecía decidir la eliminatoria.
Pero los nervios no avisan, son traidores y además el rival también juega y sabe sacar provecho de todos y cada uno de los errores. A los quince minutos, los alemanes habían empatado el partido (17-17) y mantuvieron la Recopa en sus manos hasta que una nueva exclusión de Karlsson permitió al Pevafersa volver a tomar el mando (20-19) y por supuesto a tener de nuevo el trofeo en sus manos. Y ya no lo soltaría.
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Los alemanes no cejaron en su empeño de complicar la vida a los locales y dispusieron de esos doce segundos últimos para arruinar la ilusión de Valladolid, pero ayer era el momento de dar un zarpazo a la historia, de romper con la tradición de los subcampeonatos y nadie podía impedirlo. ¡Somos campeones, campeones de la Recopa de Europa!
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