M. A. P.
Domingo, 31 de mayo 2009, 03:21
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La tensión era máxima y los últimos segundos se vivieron con una intensidad que colocaba los corazones al límite. Y cuado por fin terminó el partido Juan Carlos Pastor salió escopetado del banquillo, como si le persiguiesen mil diablos o quizás su propia historia y lanzó a una desaforada y alocada carrera por toda la pista, él solo mientras sus hombres se abrazaban y festejaban el título. En esa carrera dijo adiós a los fantasmas de los subcampeonatos, de las finales perdidas y puso la primera muesca en su otra carrera, esa que se ha labrado a base de trabajo, trabajo y, por supuesto, éxitos.
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