M. A. PINDADO
Sábado, 30 de mayo 2009, 03:13
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Durante sus siete temporadas como presidente del BM Valladolid (de 1993 a 1999) se vivieron momentos muy amargos en el club junto con la dulzura de la primera final europea. El club acababa de crearse, necesitaba de una infraestructura, de unos cimientos, de dinero para crecer, pero la falta de ingresos estuvo a punto de hacerlo desaparecer en 1995, cuando los jugadores se vieron obligados a encerrarse y presionar a las instituciones para que confiaran en su proyecto.
Andrés Martín de Paz hizo mil y un equilibrios para mantener el club, pero recuerda con cariño todos aquellos sufrimientos. Sobre la primera final disputada en Magdeburgo, Andrés Martín de Paz señala que «salíamos a Europa únicamente con ilusión. No había presión de ningún tipo ni teníamos nada que demostrar. Si te pones a pensar quiénes jugaban aquella final de Magdeburgo, ante jugadores hechos y derechos, estrellas del balonmano mundial, es para echarse a temblar. Los nuestros eran chavales de 18 o 20 años y sólo podíamos oponer nuestro juego alegre y desenfadado y sobre todo muchísima ilusión».
Para Andrés Martín, la competición europea suponía «una experiencia para los chavales, les sirvió para comparar su juego, para hacerse fuertes. Económicamente eran una auténtica pesadilla porque cada viaje de entonces costaba entre 2 y 3 millones de las antiguas pesetas y había que tocar muchas puertas para recaudar todo ese dinero. Pero bueno, así eran las cosas. Me quedo con la ilusión y la convivencia que se percibía desde el primer momento que nos reuníamos en torno al autocar».
Aquella fue la primera piedra y desde entonces el club ha crecido poco a poco hasta situarse entre los mejores del balonmano mundial. «Creo que en aquella época se sentaron las bases sólidas de un club. No teníamos apenas recursos económicos, pero al estructura del club se formó con una espina dorsal en la que siempre había cuatro o cinco jugadores de enorme calidad como eran Raúl González o Pisonero y luego unos jóvenes valores dispuestos a aprender y formarse como Raúl Campos, Iker Romero, etc. Luego estaba el cuerpo técnico, con Pastor que impuso su particular forma de entender este deporte y conocía los entresijos de este mundillo del balonmano ayudado por Jota. Después también contábamos con un servicio médico excepcional a cargo de Fernando Baró y además un grupo de gente que trabajaba de forma altruista por el club. Y por supuesto, una afición inquebratable, fiel y cada vez más numerosa que ha dado solidez y presencia ante las instituciones. Seríamos un club que económicamente tenía los pies de barro, pero en cuanto a estructura, la nuestra estaba a la altura de los mejores y quizás eso fue lo que ha permitido al club los éxitos posteriores».
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Respecto a la final de hoy, Andrés Martín no duda: «Yo la doy ya por ganada. Sé lo que es el Pisuerga con siete mil personas abarrotando el pabellón y animando al Valladolid. Los alemanes se van a hacer más pequeños en cuanto salten a la cancha. Un solo gol no significa nada y por ellos salimos con ventaja. No tengo dudas, el BM Valladolid será campeón».
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