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GONZALO ALCALDE CRESPO
Miércoles, 29 de abril 2009, 03:04
Pocas villas palentinas pueden presumir de tener tres puentes en poco más de un kilómetro de distancia y que además traspongan el mismo río. Bueno, pues esto ocurre en esta pequeña localidad de Reinoso de Cerrato. Claro que el río que por allí discurre no es cualquiera, es el Pisuerga, un caudal que cuando entra en el Cerrato palentino ya va ufano y crecido, pues marcha para Valladolid, que ahí es mucho.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, les diré que cuando llegué a Reinoso algunos de sus vecinos subían a la iglesia a oír misa, y hasta hubo uno, Jesús, que me reconoció y me llamó por mi nombre, pues me dijo que me veía algunas veces en la tele y que iba a ser cierto eso de que la televisión engorda, pues le parecía más delgado que en la imagen virtual. Le agradecí la identificación y el detalle, y le dije que mis hambres me estaba costando. Quedé con ellos para cuando acabase la misa y me fui a dar una vuelta por el pueblo.
Cuando quise darme cuenta, y como Reinoso no es muy grande, ya me había salido del pueblo y me encontré triscando por el frondoso bosque de ribera que allí se puede contemplar. Es posiblemente una de las zonas mas auténticas y naturales de este particular modelo de paisaje, al que se une el aderezo monumental que ofrecen las románticas ruinas de su puente medieval, uno de los más antiguos de la provincia de Palencia, cien veces derribado y otras cien levantado.
Es tan antiguo que se cree que sus bases son romanas, aunque gran parte de la fábrica de sus dieciséis ojos son de época medieval, pues algún documento histórico existe donde hasta los mismos Reyes Católicos se preocuparon por él, mandando que todos los pueblos de la comarca, incluida la capital, aportasen dinero para que fuese reparado. Tuvo una puebla en su proximidad que se llamaba La Puente de Reinoso, donde había aceñas, molinos y batanes.
Invasores franceses
Y es que Reinoso de Cerrato fue un importante lugar de paso para estas tierras del Cerrato castellano. Por aquí anduvieron vacceos, romanos, mozárabes repobladores, mesnadas guerreras y trajinantes arrieros, así como los invasores franceses, que en este puente, más de una vez, se vieron las caras con los guerrilleros cerrateños de Juan de Tapia o del cura Merino.
Regreso al pueblo y ya terminada la misa visito la iglesia de La Asunción en compañía del simpático y agradable grupo de feligreses con los que antes me había saludado. Contemplo y comparto con ellos la admiración por el patrimonio artístico que aloja su iglesia, y me recuerdan que por allí pasó el famoso esquilmador de parroquias y monasterios 'Erik el Belga'. Se llevó una Santa Lucía atribuida a la escuela del imaginero Gaspar de Becerra, que fue recuperada y hoy se puede volver a ver en la iglesia, así como unas buenas tablas castellanas del Martirio de Santa Catalina que estaban en la ermita, a las que «no hemos vuelto a ver el pelo», y eso que también aparecieron, pero fueron subastadas.
Para animarles y porque es cierto, les digo que todavía allí tienen muy buenas obras de arte, el dorado retablo mayor donde se entroniza la patrona del pueblo, y otro más pequeño lateral donde se puede ver un recogido San Sebastián de buena factura, y sobre todo la señorial presencia de la imagen triada de Santa Ana, la Virgen y el Niño de excelente factura, pues no deja de ser una talla del siglo XV.
Ya en el atrio de la iglesia, me siguen comentado que están dolidos porque este año no les han permitido colocar el Monumento de Semana Santa. Por lo demás, están encantados de su pueblo, pues tienen un teleclub, dos asociaciones -una de amas de casa y otra de jubilados-, un centro social donde hacen gimnasia y manualidades, y hasta un restaurante con alojamiento y piscina conocido como La Playa, que sobre todo en verano anima mucho al pueblo.
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