El esmero
JUAN BAS
Miércoles, 29 de abril 2009, 03:01
M e ha alegrado que le hayan dado el Premio Cervantes a Juan Marsé. Lo considero uno de los grandes escritores en lengua española del siglo XX. Su novela 'Un día volveré' me parece una obra maestra, seguida de cerca por 'El embrujo de Shangai'. Marsé es para mí un puntal, un maestro literario y un referente de cómo hay que entender esta profesión.
En una reciente entrevista, Marsé afirma: «El esmero es la única convicción moral del escritor». Estoy tan de acuerdo con esta máxima y procuro hacerla tan mía que estoy tentado de tatuármela en el brazo, entre el «amor de madre» y el escudo de armas del tercio Guzmán de Alfarache. «Sumo cuidado y atención diligente en hacer las cosas con perfección». Eso es el esmero para el diccionario de la RAE. Creo que habría que matizar que más que con perfección, en el intento de perfección, en la utopía de alcanzarla. Ése es el objetivo que debe espolear toda una vida de trabajo: llegar a hacer la obra perfecta. Y el gran éxito, acercarse mucho a ella y no conseguirla del todo. Ya que sería el final. ¿Qué quedaría después por cumplir? Y además, la perfección es cosa de dioses, no de hombres. Decía Borges que cuando tenía la vana impresión de que una página le había salido perfecta, le incorporaba un pequeño defecto, una aliteración torpe o un leve anacoluto, para afearla un poco y así humanizarla.
«Sumo cuidado y atención diligente». Ésa es la madre del cordero. Escribir una novela o un cuento es algo relativamente sencillo si a lo que se limita el remedo de escritor es a redactar linealmente una historia, sin esmero. Escribir es otra cosa. Es tener una mirada propia, abordar la historia a contar desde ese prisma genuino y contarla con esmero, es decir, con la máxima imaginación, un ingenio contenido y el mejor estilo posible: las palabras adecuadas y la sintaxis más rítmica y potente. O sea, con esfuerzo, con mucho esfuerzo.
El esmero sin esfuerzo y cansancio es imposible. Cuando me han preguntado que por qué escribo narrativa de ficción he contestado que para que me quieran más, sobre todo las mujeres, y porque es la mejor ocupación mental que he encontrado en la vida. Esmerarse en un capítulo de una novela o un cuento breve produce tras su resolución aceptablemente satisfactoria la más deliciosa fatiga mental.
Sirva esta columna, que he procurado escribir con esmero, como una reivindicación del esfuerzo, como camino hacia la dignidad, y del placer en sí mismo del trabajo bien hecho.
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