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MARÍA DOLORES ALONSO
Viernes, 17 de abril 2009, 03:03
Llueve y los puestos de la Feria del Libro Antiguo están cerrados a cal y canto (no es de extrañar, son ya más de las dos y media de la tarde). Tendré que acercarme otra vez para intentar encontrar el ejemplar exacto de los cuentos de Andersen que tengo unido a los recuerdos de mi infancia.
Ni el patito feo, ni el soldadito de plomo, ni la niña de los fósforos, ni los chanclos de la suerte, y mucho menos el traje nuevo del emperador, son lo mismo sin aquellas ilustraciones mágicas.
Quizás lo consiga esta tarde, mientras los 52 afortunados del sorteo de Los Santos-Pilarica ya sepan que pueden comprar una casa de protección oficial, o mientras los albañiles que han empezado a arreglar los 401 pasos de peatones recojan sus aperos.
O mientras Judith Inglesby, la profesora californiana que se estrenó anteayer en el colegio de Arroyo, repase, con un té calentito, las impresiones de sus primeros días en Valladolid.
Para ella mi simpatía, porque gracias a su trabajo muchos chavales descubrirán que el inglés no es solamente una asignatura sino la manera de entenderse con cantidad de gente por el mundo.
O por las propias calles de Pucela, donde -si hacemos caso de las estadísticas- podemos encontrarnos con 20.434 extranjeros, sobre todo si nos movemos por la Circular, Pajarillos, Delicias o la Rondilla.
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