El barrio misterioso
San Claudio, en León, atesora desde tiempos pretéritos una fenomenología paranormal
ÁNGEL DEL POZO
Miércoles, 8 de abril 2009, 03:03
La ciudad de León nació en el siglo I antes de Cristo al asentarse la Legión Xª romana, durante las 'Guerras Cántabras'. En el exterior del recinto amurallado romano, a poco más de un kilómetro de su ángulo suroeste, se extiende un amplio terreno llano: el barrio de San Claudio. Esta zona fue utilizada por los romanos como campo de operaciones del ejército y como cementerio. Probablemente debido a la abundancia de fuentes y manantiales, fue elegida después para el asentamiento de varios conventos y huertas, hasta mediados del siglo XX.
En la extensa documentación sobre la historia del barrio que me ha aportado el amable historiador y prolífico escritor leonés Alejandro Valderas podemos encontrar una sorprendente tradición de fenómenos extraños que continúa actualmente.
San Marcelo fue un centurión romano de la Legio VII Gemina Pía Félix, que nació y vivió en León durante la segunda mitad del siglo III. Durante las fiestas en honor del natalicio del Emperador Valerio, hizo pública confesión de su fe cristiana arrojando al suelo su espada y el sarmiento de vid, atributos de su rango militar. Fue trasladado a Tánger para ser juzgado y fue condenado a muerte y decapitado. Es considerado uno de los primeros mártires de la Iglesia en Hispania. Sus restos fueron encontrados y trasladados a León, reposando en una arqueta en la iglesia que se erigió en su honor. Es el patrono de la ciudad. Tuvo 12 hijos, entre ellos destacan Claudio, Lupercio y Vicorio, también soldados romanos que fueron martirizados por ser cristianos al sur de la ciudad de León. Es más que probable que el famoso monasterio de San Claudio -uno de los más antiguos de España y desaparecido a principios del siglo XX- se fundara en recuerdo de estos mártires. Así lo asegura la tradición, que sostiene que sus cuerpos estuvieron enterrados en el mismo.
A su madre Santa Nonia se le atribuye una sorprendente leyenda: Que apesadumbrada por la muerte de todos sus hijos y su marido, volvía a casa por la calzada que unía el lugar de martirio de Claudio, cuando se sintió morir de angustia, pidiendo a Dios que 'se la tragará la tierra', a ella y a su hija Nonita que la acompañaba. Al punto, se abrió la tierra, se la tragó y se volvió a cerrar, acabando con sus angustias y transportando sus almas al cielo. En un lateral de los jardines de San Francisco podemos encontrar la iglesia de Santa Nonia, justo en el lugar que durante siglos fue conocido como el pozo de Santa Nonia.
Siglos de historia después encontramos otros famosos mártires del Monasterio de San Claudio. San Vicente fue abad del Monasterio en una complicada época para defender las ideas cristianas.
El rey arriano Riciliano perseguía con extrema crueldad a todos los que profesaban la fe de Cristo. Fue detenido San Vicente y « mandó que le azotasen con tanta crueldad, que abiertas las carnes y deshechas apuros azotes, se pareciesen los huesos...».
Encerrado en una oscura cárcel a la espera que se retractase de sus ideas, recibió la visita de un Ángel que le sanó de todas sus heridas. De nuevo fue llevado en presencia de Riciliano, quien le mandó ejecutar en la misma puerta del monasterio para que los demás monjes tomaran ejemplo de lo que les podía suceder. Fue recogido por sus hermanos de congregación y enterrado en la parte occidental de la iglesia. Cuando estaban velando el cadáver se apareció San Vicente rodeado de luz y resplandor, entre un coro de mártires, dándoles sabios consejos.
Maldiciones de muerte
Fray Antonio Yepes recoge en la crónica de la Orden de San Benito un suceso sorprendente acaecido en el monasterio. Cuenta que el rey moro Almanzor mandó que el monasterio fuese destruido y saqueado. Volvieron los soldados árabes comentándole que una fuerza sobrenatural e invisible no les dejaba penetrar en el convento. Volvió el rey moro al frente de su tropa derribando la puerta, allí se encontró al abad y a los atemorizados monjes que esperaban una muerte segura.
Hizo el abad la señal de la cruz y reventó el caballo de Almanzor, cayendo al suelo. Reconoció que aquella casa era guardada con virtud divina y se llegó a la paz, ofreciéndoles donativos y amistad perpetua. Un cuadro situado en el altar mayor reflejaba estos hechos, así como un pedazo de brocado azul del caparazón del caballo, lamentablemente hoy desparecidos. Un suceso similar sucedió años después, pero esta vez el abatido fue el jinete y no el corcel, como si se hubiese producido una maldición divina
En el año 1597 y ante todo el pueblo de León, se llevó acabo la traslación de los restos de San Ramiro (prior del Monasterio en la época del abad San Vicente). Cuentan las crónicas que al comenzar la procesión un olor celestial inundó todo el lugar. Todas las personas que acompañaban la procesión y las monjas de la Concepción dieron fe de que una extraña nube blanca, de la estatura de un hombre acompañó los restos durante todo el recorrido.
Hay testificados numerosos milagros de curaciones de personas durante la comitiva, sin embargo lo que impresionó a la muchedumbre, fue la muerte repentina de un caballero eclesiástico que habló indecentemente al santo el día de su traslación.
Como han podido comprobar, una larga tradición de sucesos anómalos; sin embargo, hoy en día encontramos también sucesos sorprendentes
Fenómenos extraños
Ya en la revista 'Vida Leonesa' del año 1924 se comenta que en los jardines donde se encuentra el actual edifico del Rectorado se escuchaban lúgubres gritos, quejidos horribles, metálicos ruidos y luces extrañas. Existen testimonios de haber visto estas extrañas luces actualmente. Hay varios edificios con olores extraños de procedencia desconocida, inundaciones repentinas, invasiones de termitas y extraños sonidos que han hecho poner pies en polvorosa a más de uno.
En uno de ellos (cuyo nombre omito, tratando de no herir susceptibilidades) he encontrado testimonios de personas que se marean sin razón aparente. En el sótano de ese mismo lugar varios individuos se han encontrado con una espectral figura, cuya presencia era tan habitual que le pusieron el nombre de Manolito.
En otro edificio próximo tuvo lugar la siguiente historia: Una pareja (uno de ellos en pleno adulterio) quedan para completar la labor. Hace más frío que de costumbre y en plenos preliminares de faena, la chica siente aún más frío y como si hubiera alguien. Él deja su quehacer y se marcha a hacer aguas menores, molesto con la interrupción.
En pleno desahogo una especie de escalofrío le recorre desde la espina dorsal de abajo arriba y escucha una voz que le advierte que se marchen ya de ahí. Sale corriendo asustado hacia el despacho donde aguarda la rapaz y se encuentra a ésta aterrorizada porque en el suelo han aparecido como huellas a manera de pisadas como si de calzado sucio de barro se tratase. La máquina de escribir, de las antiguas con carro, está rota. El carro se ha salido de la máquina, y, a su lado, una pequeña piedra. Salieron de estampida sin volver la vista atrás
castillaoculta@hotmail.com
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