La biografía de Pepe Isbert recupera parte de la historia del cine español
La reedición de sus memorias, 40 años después de su publicación, recuerda a un actor que hizo más de cien películas como icono del franquismo rural
CH. L MONJAS
Sábado, 21 de marzo 2009, 02:24
«Si volviera a nacer cien veces, cien veces sería actor», afirma con rotundidad Pepe Isbert, cuyo ronco y bajo timbre de voz y su aspecto de hombre bueno hicieron de él el actor ideal para ciertos papeles de comedia costumbrista. Abuelo, taxista, santo, verdugo y alcalde fueron algunos de los muchos personajes que interpretó este «cómico de tripa» cuya franqueza, humanidad y naturalidad le hizo comunicarse siempre con el gran público, sobre todo con los chicos, «mis admiradores preferidos», según cuenta en sus memorias 'Mi vida artística', obra que vio la luz en 1967 con una difusión modesta y que ahora ha recuperado la Filmoteca de Albacete y la Fundación AISGE, la sociedad de gestión de artistas e intérpretes.
Escrito cuando estaba muy enfermo, aunque sin perder su buen humor, pero sí echaba de menos su trabajo, libertad, sus paseos al aire libre y sus tres o cuatro cajetillas de cigarrillos y sus puros, en ese relato en primera persona habla de su teatro, su cine, su época y de su adhesión «a cualquier régimen que signifique orden, trabajo y respeto a mi religión».
El inolvidable protagonista de 'Bienvenido Mr. Marshall', 'La gran familia' y 'El verdugo' (1886-1966) rememora su infancia cuando le decían 'Obispillo', o cómo ayudó a su familia escribiendo pliegos y como cajero de venta al por menor en una editorial ante los apuros económicos que tuvieron cuando falleció su padre. Fue buscando una tienda en la que necesitaran un contable cuando vio un cartel que pedía artistas de variedades, entró y salió con la promesa de un duro diario por imitar a actores célebres de la comedia y la zarzuela.
Numerosos papeles en los que «mi pequeñez no era tan notoria» y en los que hizo de extranjero «que nunca han sido mi especialidad. Soy español hasta para eso», precedieron a su aparición en el cine. «No hay que pasarse de la raya en la comicidad porque es muy poca la distancia que separa lo cómico de lo ridículo», solía avisa el que es el actor secundario español que más protagonistas interpretó.
Sólo de espaldas
Devoto de la Virgen del Pilar, el padre de María Isbert, por quien sentía predilección, entendía que no había mayor tragedia que «el suspenso» del público, y que el éxito era «el triunfo de la constancia y el tesón». Sólo conocía un tipo de actor, «el que emociona, regocija, distrae, interesa o inspira algo al público en cualquier medio», y nunca sintió lo de los celos artísticos «porque somos los primeros admiradores de nuestros rivales», subraya don José, cuyo sólo nombre despierta simpatía. Corto de vista y muy hablador, ese señor bajito que hizo más de cien películas nunca iba a verlas «porque siempre me llevo un disgusto. Veo mis defectos y me enfado conmigo mismo, me abochorno. Lo único que me hacía gracia es verme de espaldas», confiesa quien veía al cine español como una mezcla de arte «y falta de dinero».
Humildad, obediencia, disciplina y estar dispuesto a aguantar frío, calor, sueño o cansancio. Estos son los consejos que daba «esta pobre estrella fugaz» que tantas veces hizo de taxista -«era corriente que al reconocerme el taxista, no consintiese en cobrarme ni un céntimo»- y al que los habitantes de Villar del Río le veían tan bien en el papel de alcalde sordo en 'Bienvenido Mr. Marshall' que le saludaban con un 'adiós, señor alcalde', mientras que al verdadero edil le decían 'adiós, Rafael'.
Veía el cine como «un camarada generoso» y al teatro como «un amigo inolvidable». Se quedó con ganas de ser San Juan Bosco, Sancho Panza y El mercader de Venecia, pero se especializó en tipos humanos y de humor, «pero nunca bufos», tal y como relata en su autobiografía, en la que rememora la emoción «inenarrable» que sintió cuando Francisco Franco estrechó su mano. Murió el 28 de noviembre de 1966, rodeado de las personas que le querían y de todo un país que le conocía. Está enterrado en Tarazona, el pueblo de su mujer.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.