Aquí ya no se vende (tanta) droga
La Policía cifra en el 75% la reducción del negocio del narcotráfico en la ciudad en los últimos 5 años
J. SANZ
Domingo, 15 de febrero 2009, 10:33
«Aquí se vende droga y nadie hace nada», coreaban a las puertas de los puntos de venta los vecinos de Pajarillos que iniciaron las protestas contra el narcotráfico a raíz de la dispersión de los camellos fruto de la desaparición del poblado de La Esperanza en enero del 2003. Su lema, aunque similar, bien puede ser hoy en día que «aquí ya no se vende (tanta) droga». Tanto es así que fuentes policiales de la lucha contra el narcotráfico afirman que el volumen de negocio ha caído hasta el 75% en cinco años y aquellos dispensarios, que superaban entonces la docena, se han reducido a uno, «y según el día».
Atrás quedan los fatídicos años noventa, en los que un desconocido clan encabezado por Miguel Romero Larralde, 'Monchín', logró convertir el gueto de la carretera de Villabáñez en el mayor supermercado de la droga del noroeste español -Madrid y Galicia incluidos-. Muchas cosas han cambiado desde entonces y aquel boyante negocio fácil es ahora un mercadillo de «subsistencia» en el que los supervivientes ocupan los huecos dejados en el deslavazado tablero del narcotráfico por clanes como Los Monchines, primero; Los Pelusos, después, y Los Pelos o Kikos, más recientemente.
Unos tras otros fueron cayendo en las garras de la Brigada de Estupefacientes hasta desdibujar las intrincadas redes de venta tejidas durante décadas por los 'narcos'. ¿Quién ha recogido las migajas? Los agentes de la lucha contra el narcotráfico lo tienen claro: el enemigo a batir son los García Carro, un clan merchero afincado a caballo entre el Barrio España y el barrio de Buenos Aires (Salamanca). «No se puede decir que sean los sucesores de los Monchines en cuanto a venta directa pero sí estamos hablando de una familia que trae cantidades muy grandes desde Galicia», aclaran las fuentes consultadas antes de matizar que «ellos trabajan más en la sombra y, salvo algunos descuidos que demuestran que no lo están teniendo fácil, apenas tocan la mercancía». Lo que sí tienen claro los investigadores es que «Los Monchines son unos angelitos al lado de la violencia que emplea esta familia», un clan al que califican de «más serios, más duros y más peligrosos» que los anteriores.
Buena muestra de ello dieron los tiroteos prenavideños vividos en San Pedro Regalado y Barrio España. Los agentes creen que aquello «fue un mero escarmiento a sus distribuidores por algún encontronazo a cuenta de un problema con la venta de su material».
Pero si los García Carro se encuentran un peldaño por encima en la pirámide del narcotráfico, ¿quién ocupa la base? Todos los demás, es decir, «ya no existe una estructura piramidal o familiar al estilo de los grandes clanes gitanos como ocurría hasta hace poco».
Los agentes responsables de que la historia no vuelva a repetirse aclaran que ahora mismo existe una red «formada por los herederos de La Esperanza en la que todos son iguales, sin vínculos jerárquicos, y colaboran entre ellos cuando les apretamos las tuercas». Son los flecos sueltos de operaciones como la denominada Plata, en la que los policías desmantelaron el negocio encabezado por 'Peluso' -juzgado estos días junto a 18 supuestos compinches-, sucesor natural, este sí, del ahora encarcelado Miguel Romero Larralde.
Sus días dorados llegaron a raíz de las condenas por blanqueo, primero, y narcotráfico, después, al conocido clan. Entonces, entre el 2004 y el 2006, volvieron a repetirse las colas de toxicómanos a las puertas de los pisos, tan habituales en tiempos de La Esperanza. Pero aquello es historia. «Hoy apenas se vende en las casas» y los traficantes han evolucionado hacia la venta de subsistencia casi personalizada con camellos limpios que funcionan bajo petición. Es la era del 'telepollo', o sea, llamadita al móvil de tarjeta prepago del vendedor de turno, cita, intercambio y aquí paz y después gloria.
De padres a hijos y nietos
Los protagonistas del sistema actual no son otros que familiares directos de los pequeños 'narcos' -hasta seiscientos en los últimos cinco años- que han ido cayendo en las distintas redadas policiales.
«Aquí detrás del padre sigue el hijo y, si no, el sobrino o el nieto porque estas familias no saben vivir de otra cosa, allí no trabaja nadie y necesitan vender para poder comer», destaca un alto mando de la Brigada de Estupefacientes.
«No hemos vuelto a detectar familias que acaparen el mercado como antes, pero sí nos estamos encontrando con gente nueva que intenta meter la cabeza poco a poco y que resulta muy complicada de detener porque están limpios de antecedentes policiales», reconocen las fuentes consultadas.
Los agentes distinguen en la actualidad dos tipos de 'papelineros' al margen de los grandes clanes: 'Niños bien' y 'toxicómanos autónomos'. Los primeros son «chicos normales, en su mayoría estudiantes o trabajadores, que venden unos gramitos a sus amigos para pagarse el cochazo y lo dejan en cuanto reúnen el dinero suficiente». Los otros son los propios drogodependientes que «tienen problemas para abastecerse y deciden salir de la provincia a comprar para él y sus amigos». Al final «acaban vendiendo y convirtiéndose en pequeños dispensarios andantes que pasan una droga muy cortada a precio razonable».
La provincia, por vez primera de dos décadas, se ha convertido así en importadora de estupefacientes de provincias como Salamanca y Zamora -destinos principales dentro de la comunidad-. «Muchos toxicómanos se han trasladado allí definitivamente y otros van y vienen con la droga para venderla por las Viudas o Pajarillos», aclaran las mismas fuentes.
169 muertes en 16 años
De la evidente crisis del sector da fe la drástica reducción del censo de drogodependientes sufrida por la capital en apenas diez años, donde llegó a haber una comunidad formada por más de un millar de toxicómanos diezmada hoy hasta menos de medio centenar. Muchos se dejaron la vida por el camino y otros muchos simplemente emigraron en busca de paraísos donde poder abastecerse. Nada menos que 169 personas perdieron la vida por sobredosis en los últimos 16 años, con un singular repunte hasta niveles de los años noventa en los últimos dos años. La causa quizás hay que buscarla en la mala calidad de la droga que malvenden los mencionados 'autónomos'.
El negocio se tambalea y la Policía lucha para que la balanza se decline de su lado. Los camellos, claro, buscan burlar su vigilancia y cada vez son más «cautelosos», explicaron fuentes policiales.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.