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DOLORES ALONSO
Viernes, 9 de enero 2009, 02:29
M ientras recorría, con una bolsa en cada extremo del manillar, diez o doce lotes de contenedores antes de poder deshacerme del papel y los envases -todos estaban a rebosar con los embalajes de Reyes-, me admiraba la eficacia de los deseos de los organizadores de Pingüinos: se propusieron regresar al sentido originario de la concentración y hasta los grajos les han escuchado y se han puesto a volar bajo, así que hace un frío del carajo, que creo que era una de las señas de identidad.
Con los dedos todavía ateridos bajo los guantes, llegué al comercio en el que esperaba comprar con un benéfico descuento dos o tres cosas que había visto la mismísima tarde del día 5, pero sus perchas y estantes exhibían ahora pingos que en nada recordaban a la ropa que solían vender. Pese a lo que diga la legislación, algunas tiendas siguen la máxima de 'nadie da duros a cuatro pesetas', aunque sus escaparates anuncien lo contrario.
Enero me trae cada año el mismo contraste: mientras algunas rebajas -no todas, cierto- escenifican la invasión de la chapuza espabilada en muchos ámbitos de la vida, encuentro en todos los moteros -pijos o macarras- esa pasión que lleva a buscar o a fabricar, para su moto, sólo lo auténtico y perfecto.
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