«La crisis da más cornadas»

Lo suyo es una historia de sueños. Pedro Gutiérrez Moya, 'El Niño de la Capea', se vistió de luces por primera vez el 3 de mayo de 1969, cuando aún le faltaban cuatro meses para cumplir 17 años. Primer sueño cumplido. Bilbao, donde tomó la alternativa como matador el 19 de junio de 1972 apadrinado por Paco Camino y con Paquirri como testigo, le lanzó al estrellato taurino. Segundo sueño cumplido. Cuando se retiró definitivamente -habían pasado cinco lustros de éxitos «con sus altibajos»-, se refugió en Salamanca, su tierra natal, donde ha «levantado desde cero» una ganadería de toros bravos. Mientras, su hijo sigue sus pasos. Ahora sueña con él...

-¿Qué recuerda de su alternativa?

-Pues que Bilbao es mi segunda casa. La plaza que creyó en mí y a la que he sido fiel. Además, tengo en el Hotel Ercilla a mi familia.

-Sabe de éxitos y fracasos ¿Qué da más miedo el toro o la crisis?

-La crisis da más cornadas. Influye en todo hasta en el ánimo de los toreros que salen al ruedo. No sólo deja a la gente en el paro, algo terrible, afecta al desarrollo del arte, a la creatividad...

-Pero en su época se decía 'más cornás da el hambre' cuando se mostraba arrojo en la plaza.

-Yo me quité el hambre generacional, pero los tiempos cambian y hay toreros con su vida resuelta que arriesgan mucho.

-Este año ha sido el de José Tomás. ¿Él va a la plaza a morir?

-No le queda más remedio para cumplir su sueño que buscar el camino más difícil. Y hay que tener mucho valor para asumir que cada tarde puede tener una cogida.

-Quizá es que no lo hace bien...

-Es un gran torero. A partir de San Isidro ya tuvo menos percances. Quizás porque usó más la técnica que el corazón.

-Usted en 1.776 corridas tuvo nueve cornadas ¿No le ponía pasión?

-Toda. Tuve suerte. Torear es sentirse vivo, experimentar los momentos más intensos, más emotivos. Ahora..., no torear es quitar hojas al calendario. Las heridas en el cuerpo no duelen.

-¿Tiene alguna cornada en el alma?

-Ahí sí. Y duele. Hay heridas que no se curan porque nunca logras hacer lo que llevabas en la cabeza. Los sueños son tan inmensos y los ve uno tan cerca tantas tardes. Pero, al final, te das cuenta de que esa perfección que perseguías nunca la has conseguido. Esa cornada vive conmigo siempre.

-Ya se lo ha explicado a su hijo o no quiere quitarle la ilusión.

-He educado a mi hijo como cualquier padre, para que hiciera su carrera. Jamás le dejé torear hasta que no terminó sus estudios. No necesita esta profesión para quitarse el hambre. El hambre la tiene en el alma. Sufro mucho por el riesgo que corre, pero me siento orgulloso porque lo ha dejado todo por perseguir un sueño. Y cuando le veo dominar al toro, pienso ahora 'él es feliz y yo también'.

-El matador piensa en su familia cuando está en el ruedo.

-No. Somos muy egoístas, tremendamente egoístas. Cuando sale el toro somos nosotros solos. El rey del mambo en ese momento.

-¿Con qué torea la mujer del torero?

-Con un temple, un aguante, y un amor por el torero fuera de lo normal. Torea con la vida.

-Entonces, ¿es cosa de hombres?

-El toreo es cosa de hormonas. Ninguna mujer ha alcanzado las cotas de los hombres. Todo se andará... Es un mundo masculino, porque es un mundo muy agresivo, muy violento. Las mujeres son más tiernas y con el toro no se puede ser tierno.

-No le dirá eso a los antitaurinos.

-Les digo que conozcan el toro. Que conozcan que sensaciones le transmite el animal al hombre para que se enfrente a él.

-Antes mataba toros y ahora los cría. ¿Qué es más difícil?

-El trabajo de ganadero es más fácil. Aciertas o no aciertas en la selección del toro, te lo pagan más caro o no te lo compran. El que tiene mérito es el torero. Yo quiero hacer un toro que se acople a todos los estilos y todos puedan triunfar con él.

-¿Qué le pedirá a los Reyes Magos?

-Más alegrías como la que me dio el mano a mano con mi hijo en el ruedo. Fue el día más emocionante. Y que se acabe la crisis.