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El arte de la cerámica
CRÍTICA DE ARTE

El arte de la cerámica

JESÚS MAZARIEGOS

Martes, 9 de diciembre 2008, 02:10

E STA exposición organizada por el Colectivo de Ceramistas Segovianos (COCERSE) -apropiadas siglas sin duda- y patrocinada por Caja Madrid, coincide en el tiempo con la feria de cerámica, lo cual me hace reflexionar sobre tan distintos medios que la cerámica usa para relacionarse con el público, la sala de exposiciones y el mercadillo callejero. Por supuesto también me plantea el eterno problema de las difusas fronteras entre arte y artesanía y sobre la concreta situación de la cerámica a este respecto.

Con demasiada frecuencia he comprobado que cuando un ceramista se empeña en parecer artista a toda costa, lo primero que hace es dejar de hacer cacharros que siempre fue lo suyo, se dedica a hacer lámparas, relojes, murales u otras cosas a veces dignas de la galería de los horrores. Realmente no consiste en hacer cacharros o no sino en hacer buenas o malas piezas. Eso es cuestión de gustos y hay gente para todo y gustos para todos. Pero no nos engañemos, hay cosas hechas con buen gusto y otras no tanto. Y entre una y otra cosa hay una gran diferencia, y entre el buen gusto y el sublime, un abismo.

La exposición de Chama, Pepa Jordana y Andrés Oslé en la Casa de los Picos, en la que la cerámica es asimilable a la escultura, se mueve en unos parámetros libres de estridencias, con piezas técnicamente cuidadas y estéticamente muy apreciables. Es cerámica entendida como escultura, es decir, lo que, en casos como las tanagras helenísticas o los sarcófagos etruscos llamamos terracotas, lo mismo que muchas obras de Luca de la Robbia. Los paneles de Pepa Jordana, con una especie de mirilla hacia el otro lado, combinan los distintos planos con un rigor oteizano, mientras que los discos de Andrés Oslé afirman su presencia respaldados por Las calidades conseguidas.

Las obras de Chama ya tuvimos ocasión de verlas en enero del año 2000. Desde entonces, sus formas características e inconfundibles se han mantenido y, en ocasiones, se han hecho mucho más arquitectónicas, ensamblándose a veces en un soporte metálico que crea líneas de fuerza y tensión que, en algún caso, puede recordar a Feliciano. Esas formas que constituyen lo más característico del Arte de Chama, tienen algo de ariete y de vaina de una legumbre desconocida, pero también tiene algo de féretro para distancias, de torpedo y de misil; incluso hay quien encuentra referencias fálicas. Sea lo que fuere, me hace pensar en un contenido misterioso. Innovadoras y brillantes propuestas las de estos tres ceramistas que hacen que a la cerámica se le llame 'arte' con toda propiedad.

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