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DOLORES ALONSO
Viernes, 31 de octubre 2008, 02:23
Era una de las mejores tiradas de la Oca: «de puente a puente, y tiro porque me lleva la corriente». Desde entonces, los ríos y los puentes me parecen lo mejor de cada ciudad, pueblo o paisaje. Me gustan los puentes de Sevilla sobre el Guadalquivir, de Bilbao sobre el Nervión, de París sobre el Sena, de Viena sobre el Danubio y de Londres sobre el Támesis. Pero, sobre todo, me gusta la curva infinita del puente de La Rochelle a la isla de Ré, que te pone los pelos de punta: ¿lograré hacer puntería con el coche, o el viento se llevará coche y puente al fondo del mar? Algunos de estos puentes tienen coches, camiones y motos; otros, sólo personas y bicis. Y algunos cambian, como el de Santa María, en Burgos, por el que pude pedalear este domingo porque el alcalde lo ha peatonalizado. Me encantan -hasta en el sentido del hechizo- los puentes de Valladolid. Incluso el que está por hacerse, para abrazar la Victoria y la Rondilla por encima del Pisuerga. ¿Pasarán coches por él? En parte está en nuestras manos, porque si todos vamos en coche hasta para comprar el periódico, por mucho que gritemos en manifestaciones, no habrá más narices que hacerles un hueco. Es cierto que hay alcaldes con la valentía de dar un impulso para cambiar las costumbres a mejor. En el caso del nuestro, ¡será por valor.!
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