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LA COCINA DEL SIGLO DE ORO

Comida en 'El Quijote'

JULIO VALLES

Jueves, 16 de octubre 2008, 03:52

Muchísimas veces se cita el comienzo de la obra 'El Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha' a propósito de lo que el hidalgo comía cada día de la semana, y se ha hecho de este párrafo motivo de un pretendido descubrimiento de lo que era la comida en tiempos del Quijote, pero si continuamos la lectura vemos que esto no se ratifica en las páginas siguientes. Debo yo citarlo, una vez más, pues el propósito de este artículo es comentar precisamente lo que tiene de verdad este párrafo en relación con la comida, no solo del hidalgo, sino también del resto de la novela:

«Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda».

Mi opinión es que Cervantes no pretendía lanzar con este párrafo una erudita disertación de cómo se comía a comienzos del siglo XVII, sino que lo que pretendía era definir lo más exactamente posible cómo era el personaje que en las siguientes páginas va a ser el gran protagonista de la obra. Lo ratifica el hecho de que para mayor precisión de la personalidad, del que dice tiene de sobrenombre Quijada o Quesada, antes y después de este párrafo, nos cuenta cómo eran sus armas, cómo vestía, que le gustaba la caza, y era un gran madrugador. Es decir las frases citadas forman parte de una definición del personaje y no son un canto a la culinaria de la época. El que Cervantes acuda a lo que comía para ayudarse en la plasmación del personaje, no es algo casual, simplemente en los tiempos en que se desarrolla la trama, saber lo que alguien comía era conocer su importancia social y sus posibilidades económicas. También es sintomático para esta opinión, el que los platos que formaban parte de la dieta del hidalgo no vuelvan a aparecer prácticamente más en el transcurso de la novela, y ni el salpicón, ni los duelos y quebrantos ni las 'lantejas', tienen presencia en la obra, si acaso alguna referencia a la olla y un solo palomino más.

No es extraño, porque como dice Don Quijote a Sancho: «Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estomago», es decir el hidalgo no era precisamente un buen gastrónomo, aunque tampoco un dietista, pues comía lentejas, lo cual pudo acelerar su locura, de acuerdo con la impresión que, de esta legumbre, tenían los médicos y expertos en dietética de la época.

Cervantes era un magnífico conocedor de la vida de las clases menos favorecidas como los labradores y los pobres que andaban por los caminos; conocía como se comportaban los nobles y los ladrones, pero parece evidente que no asistía a banquetes de nobles o de reyes, es decir donde se comía 'bien'.

La comida 'regalada' era para la 'gente principal', los personajes del Quijote en su mayoría no lo son, y Cervantes es coherente con esto y no plantea en su novela comidas extraordinarias, ni banquetes, pues solo seis veces habla de ellos, la mayoría de una forma intrascendente o evocando a los caballeros andantes y ni siquiera a las bodas de Camacho las llama banquete. Sabía más de 'bodas labradorescas' que de banquetes.

Haciendo un repaso detenido de lo que se vuelve a citar, durante el transcurso de la novela, del menú habitual del hidalgo, vemos que la olla aparece dos docenas de veces; de ellas, cuatro se refiere a 'ollas podridas', que este sí es un plato regio, de poderosos, de gente principal, pero en las otras no hay ni siquiera garbanzos, que sólo encontramos tres veces y no para completar ollas.

El carnero, como la estrella de las carnes de la época, aparte de la olla inicial, sólo aparece dos o tres veces más como componente de la comida y una docena refiriéndose a rebaños; la vaca la cita siete veces, y ternera y novillos media docena, la mayoría en las bodas de Camacho, junto con algunos rústicos tasajos de cabra.

El salpicón no vuelve a aparecer, pues otro salpicón que cita una vez, es de vaca con cebolla, que es un plato distinto al del párrafo inicial. Pero sí aparece la cebolla -10 veces-, pues estando entre labriegos y gente baja esto se comía con frecuencia, como el tocino que mienta nueve veces, pero en cambio los torreznos sólo en dos ocasiones, a pesar de que el desconocimiento popular sobre los duelos y quebrantos les hace cómplices de los huevos, que en contra de lo que pudiera parecer sólo aparecen citados ocho veces de las cuales dos son de avestruz y una vez de pescados -cavial-.

Aparte de algunos arenques y los peces del Tajo, el pescado sólo tiene otra mención importante: 'un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela'.

Tampoco hay grandes menciones a manjares, que sólo nombra cuatro veces, una de ellas para calificar de manjar negro al caviar, y en otra se refiere al manjar blanco, plato principesco en época de Cervantes, que años más tarde sería muy popular.

Pero aunque parezca, de acuerdo con lo dicho, que no se habla de comida en esta grandiosa novela, no es cierto; diecinueve veces se nombra cena, cenar, cenaron, y otras tantas comida, y para confirmar que sí se habla sobre comer, tengamos en cuenta que el pan aparece 65 veces, bien es verdad que muchas para referirse a expresiones como 'pan pintado', 'pan de trastrigo' o 'a pan y manteles'.

De beber también encontramos materia, pues el vino lo encontramos en setenta ocasiones. Eso sí Sancho se asombra de la enorme cantidad de frutas de sartén que se prepara en las bodas de Camacho, pero el otro postre tradicional de la época como eran el queso con aceitunas, ni se le mienta, a pesar de que de las olivas habla dos veces y una de ellas dice 'aunque secas y sin adobo alguno', y nunca juntas con el queso, que sí aparece diecinueve veces y nueve el requesón, no siempre como postre, pues para postres un poco finos se limita a nombrar unos'cañutillos de suplicaciones y unas tajadicas subtiles de carne de membrillo'.

Alguna albondiguilla y manjar blanco, pero ningún gigote, ni pernil se citan entre las páginas de la célebre obra de Cervantes, que ya desde los primeros capítulos vemos cómo va a ser gastronómicamente hablando la vida de los aventureros andantes, es decir comer fundamentalmente yerbas del campo, pan duro y queso seco.

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